Libro colaborativo entre Carla Perri de La Plata (Argentina) y yo
PROCESOS
CLOISONNÉ EL LIBRO DE PLATA
En las
profundidades de la negra cueva yacía como dormida la piedra, estaba
semienterrada entre piezas de poco valor realizadas a partir de desechos
humanos, casi todas rotas y medio podridas, encontrábanse esparcidas por el
suelo y algunas sobresalían de las paredes, pero ninguna, repito ninguna tenía forma
o color que me recordara en que parte de
la estancia estaba.
Este guijarro que
despertó mi curiosidad relucía entre la penumbra que me rodeaba, al acercarme
vi que tenía como inscripciones, estaba reticulada por infinidad de colores,
era como un cuadrado roto y los gusanos tubícolas lo habían colonizado, la vida
sobre el era muy intensa, conchas de gran tamaño dormían sobre su lecho y peces de colores escudriñaban su interior.
Limpiaba
tímidamente y con algo de asco la arena depositada sobre ella por el transcurso
de los años, parecía que en algún tiempo su vida fue principesca, pues pude
comprobar que poseía el brillo de una joya y la pátina que el paso de los años
había dejado sólo la enriquecía aún más.
El tiempo se había
detenido a mi lado y me miraba indolente, nada nos dijimos, ni nada se oía,
aquello era como un mal sueño, pero supe que era real y muy real cuando al
girar una valva de almeja vi que tenía una fecha y un nombre, 2007 era el año
que tenía y las letras aún no podía entenderlas, no sabía que idioma era aquel
que se mostraba a mis ojos.
Enterrada estaba la
roca que alguien había creado y que probablemente terminó en esa fecha, esa
piedra artificial que dormía entre los despojos de pequeñas esculturas
amputadas por el desden de la vida. Enorme guijarro zarandeado por el tiempo,
alguna vez tuvo una hermosa vida, plagada de amor y entrega. La pieza en otro
tiempo formó parte de una vida, de una ilusión, de un sueño.
Estaba el enigma
resuelto, aquello fue una escultura de papel maché de un tamaño mas que
considerable que tardara mucho en terminar, pues cada cuarterón de ella, cada
milímetro poseía una pequeña joya pegada, trozos de plata, hilos de oro, pieles
de todos los colores, retazos de pasiones prohibidas, piedras, botones y
abalorios recolectados durante toda una vida.
El gran huevo de
cloisonné que habita en la cueva fue creado para albergar una vida, y que sin saberlo, poseía
el gran secreto de la verdad sobre la naturaleza de su autor, que como en un
inmenso, redondo y abultado libro escribió sin tinta su vida.
Hoy, años después
sé que ese fue mi primer libro de artista. Está cosido con hilos de plata y oro
su encuadernación es en piel, sus hojas son de aluminio coloreado y envejecido
por el lustre que sólo el tiempo nos brinda.
La vida da una
segunda oportunidad a las personas, y ¿porqué no a las cosas?, así que con un
carrete de hilo plateado, una vieja pieza encontrada en la entrada de mi casa y
una amiga de la lejana Argentina, montaremos un nuevo libro una nueva pieza
pintada con la vida y escrita con mis
torpes dedos.
Azules, negros y
blancos unirán La Plata y Granada, azules negros y blancos se cruzarán en el
horizonte puliendo las doradas aguas del inmenso mar que nos separa, pero que a
su vez nos une.
Que el océano sea
testigo mudo de este intercambio de fríos papeles…
Granada
a 7 de Marzo del 2013 juanas
LA
JACARANDA Y EL NARANJA
Atravieso
raudo el violeta, el color me pone alerta, mi vista está perdida en los
umbrales de la razón, el oído perdido años atrás ya no me daba tregua, y los acúfenos
resonaban con la maldita cadencia de siempre dentro de mi cabeza. No sabía
cuanto tiempo estaría dentro de esta melaza malva, pero me encontraba tranquilo
y mi paso ya no era tan acelerado, disfrutaba del acompasado sonido de las
malvas que colgaban de los alféizares de las ventanas, ellas revoloteaban como
enormes mariposas monarcas dentro de una urna, su murmullo era líquido como el
tiempo, aunque yo ya no pudiera percibirlo.
Las enormes
jacarandas que adornaban la diagonal 74 transportaban mi amoratada cara por las
vitrinas de los escaparates devolviéndome la huidiza mirada que ya no reconocía.
Estaba atravesando la ciudad de los tilos por su calle más espiritual a mis
ojos y luchaba por mantenerlos abiertos, pues esos neones me cegaban y
necesitaba encontrar una salida. No sabía donde estaba ciertamente, pero algo
me decía que después de la siguiente calle, o en la siguiente cuadra estaría
pisando una nueva planta, un nuevo color, un nuevo renacer de la conciencia,
deseaba encontrarme con los estambres de una gran violeta que me transportara
directamente al país de la toronja, a la calle naranjos, me urgía tocar el
azahar co en mi pituitaria.
Como sería paso de
un color a otro - me preguntaba - ¿terminaría la travesía en un gran charco de
luces violetas con irisados naranjas, o por el contrario estaría cerrada y
custodiada por un cancerbero con traje reticular luciendo los colores de su
calle –probablemente nunca lo sabré?
¿Cuantos árboles,
cuantas calles están encerradas en ese gran damero que es la ciudad que me
permite soñar con las flores, con los colores?, ¿cuantas almas flotan sobre su
cielo?, pero sobre todo ¿de que color es el hilo que las sujeta bajo el
firmamento? Estos globos multicolores puede que conformen el arco iris de la
metrópoli, o no, tampoco es muy importante, pero lo que sí se es que están
fielmente repartidos por tonalidades como la música que se percibe y que me
transporta de Granada a La Plata
Granada a 18
de Marzo del 2014 juanas
SOÑABA, SIEMPRE SOÑABA
Soñaba,
siempre soñaba y soñaba mucho, soñaba desde que recuerdo, todo surge de esos
estadios, todo fluye maravillosamente, así es, sin grandes complicaciones, por
eso sigo soñando, mi vida es un sueño largo y profundo, cálido, pero salpicado
de inquietudes e inacabadas luchas, y de múltiples cuitas sin resolver.
Soñaba ayer,
soñaba, siempre soñando, amparado en la última montaña conquistada o perdida,
este sueño no era como tantos otros, un ráfaga de luz que se pierde en el
horizonte cuando te despiertas, y ya nunca más vas a recordarlo. Realmente sólo
recuerdo un breve espacio, unos pequeños compases de esa elegía que aún centellea
en mi gris queso gruyere.
Soñaba que en una
estancia incierta, me encontraba recostado en un sofá y un perro saltó a mis
brazos, este era mediano y sin raza que pudiera concretar, éste rápidamente
desapareció de la escena y las partes
que me tocó se agrietaron como enormes ríos flanqueados por infinidad de
afluentes. Estos surcos de medio centímetro de profundidad y secos, me
inquietaron enormemente. No me infligían dolor y tampoco manaba sangre, recuerdo
como dormidos mis miembros. Un gran desconcierto y desazón me dejó confuso, no
podía dominar mi miedo, sólo era capaz de mirar una y otra vez la cara interna
de ellos. No sabría el tiempo que pasó desde el momento en que esos enormes
riachuelos aparecieron en mis brazos y las hordas de gusanos salieron por
ellos, estos eran blancos y su cuerpo blando estaba formado por anillos, eran
dípteros necrófagos y me estaban
devorando.
Resulta difícil
describir la asquerosa y viral experiencia, mis manos no dejaban de tirar estos
califóridos al suelo, pero ellos seguían emergiendo desde el interior de mi
cuerpo, salían por decenas y crecían a gran velocidad, aún en el pavimento se
retorcían buscando su biófago alimento.
Soñaba, siempre
soñaba y soñaba mucho, pero en esta ocasión cuando desperté de tal horrible
pesadilla, tenía cincuenta y cuatro años, estudiaba arte y preparaba un
proyecto de libro de artista con una platense amiga. Seguro que alguna relación
tendría todo lo ocurrido, así que me dediqué todo el día a investigar sobre mi
recuerdo y encontré que un escritor llamado Daniel Granada, en su obra "Reseña
histórico descriptiva de antiguas y modernas supersticiones del Río de la
Plata", publicada en 1896, nos habla de la “luz mala”.
“ Animales y plantas, cuando están
privados del movimiento conservador de la vida, se descomponen y disuelven,
despidiendo de sí gases (hidrógeno, fósforo) que al contacto del aire se
inflaman y vienen á formar esas luces más ó menos azuladas que el vulgo llama
fuegos fatuos.
Tómalas éste por almas del otro mundo que
andan de nuevo por acá, movidas de algún estímulo benéfico o bien pagando
saldos de cuentas que han dejado sin arreglar convenientemente para su
tranquilidad en la vida superior a que aspiran. La circunstancia de hallarse
regularmente los fuegos fatuos en el sitio en que se dio una batalla, o en una
tapera, contribuye naturalmente a fomentar en el ánimo de gente inculta la
preocupación de que se trata.
Los terrenos pantanosos, donde multitud de
materias orgánicas, vegetales y animales, entran en estado de putrefacción a la
continua, constituyen igualmente un gran receptáculo de almas del otro mundo.
Cuando el paisano, a vista de una de ellas, pica espuelas á su caballo, para
huir de tan misteriosa aparición entre la soledad, el silencio y la obscuridad
de una noche serena en medio del campo, la luminosa peregrina, echa a correr
tras él, súbese a las ancas de la caballería y abraza por la espalda al
aterrado viandante.”
Soñaba, siempre soñaba y soñaba mucho, hoy
sueño y espero seguir soñando.
Granada a 21 de Marzo del 2014 juanas
EL TILO DE PLATA
Lara el joyero tejía con su habitual
maestría, la necesidad acuciante de acabar su tela no le dejaba ver mi frío y
serio semblante, notaba su inquietud, su desasosiego, aunque no podía ver su
cara, pues una negra máscara cubría su pálido rostro.
Junto a una gran hoguera ardían los restos de animales que algún cazador
furtivo había arrojado al fuego y yo agazapado pude contemplar horrorizado el
tañido de las agujas y dedales que componía el instrumental que Vicente
utilizaba para crear su obra, su última sinfonía, pues aquel que fuera biólogo,
botánico y lutier, ya nunca más crearía enormes esculturas de hierro, ni de
piedra, ni tan siquiera de madera. La
arcilla que antaño modelaba entre sus dedos se secaba en un rincón del viejo
taller. Su último quejido lo realizaba sin estertores, pero sí con mucha
pasión, esa que nunca perdió, esa que renueva con cada pieza, con cada idea. Mi
zoólogo amigo quema en la fragua su arte, su historia, su vida…
Gotas de cal caen de sus dedos para adornar el árbol, su árbol. Bajo sus
estalactitas crece un hermoso y frondoso ser, lo mima, lo riega y se deja
seducir por su agrio aroma, ese olor que te atrapa y retiene, que penetra en el
alma y clava su frío acero en tus entrañas.
Árbol que viera
nacer mi llamador, esa aldaba que quedó incrustada en la madera de su tilo, ese
árbol que jalona la Avenida siete de La Plata y que quedó rematada su albura
con elegantes piedras preciosas. Ese último árbol que está tallando con cincel
de cuero viajará a Argentina como pulpa de papel y quedará acuñado en negro
sobre blanco. Ya nunca perderá brillo, ni se oxidará el negro metal de tan
notable artista.
Granada
a 2 de Abril de 2014 juanas