miércoles, 19 de marzo de 2014

Carla, La Plata y yo

   
                  Libro colaborativo entre Carla Perri de La Plata (Argentina) y yo

PROCESOS






                                             CLOISONNÉ EL LIBRO DE PLATA




       En las profundidades de la negra cueva yacía como dormida la piedra, estaba semienterrada entre piezas de poco valor realizadas a partir de desechos humanos, casi todas rotas y medio podridas, encontrábanse esparcidas por el suelo y algunas sobresalían de las paredes, pero ninguna, repito ninguna tenía forma o color  que me recordara en que parte de la estancia estaba.
   Este guijarro que despertó mi curiosidad relucía entre la penumbra que me rodeaba, al acercarme vi que tenía como inscripciones, estaba reticulada por infinidad de colores, era como un cuadrado roto y los gusanos tubícolas lo habían colonizado, la vida sobre el era muy intensa, conchas de gran tamaño dormían sobre su lecho y  peces de colores escudriñaban su interior.
   Limpiaba tímidamente y con algo de asco la arena depositada sobre ella por el transcurso de los años, parecía que en algún tiempo su vida fue principesca, pues pude comprobar que poseía el brillo de una joya y la pátina que el paso de los años había dejado sólo la enriquecía aún más.
   El tiempo se había detenido a mi lado y me miraba indolente, nada nos dijimos, ni nada se oía, aquello era como un mal sueño, pero supe que era real y muy real cuando al girar una valva de almeja vi que tenía una fecha y un nombre, 2007 era el año que tenía y las letras aún no podía entenderlas, no sabía que idioma era aquel que se mostraba a mis ojos.
   Enterrada estaba la roca que alguien había creado y que probablemente terminó en esa fecha, esa piedra artificial que dormía entre los despojos de pequeñas esculturas amputadas por el desden de la vida. Enorme guijarro zarandeado por el tiempo, alguna vez tuvo una hermosa vida, plagada de amor y entrega. La pieza en otro tiempo formó parte de una vida, de una ilusión, de un sueño.
   Estaba el enigma resuelto, aquello fue una escultura de papel maché de un tamaño mas que considerable que tardara mucho en terminar, pues cada cuarterón de ella, cada milímetro poseía una pequeña joya pegada, trozos de plata, hilos de oro, pieles de todos los colores, retazos de pasiones prohibidas, piedras, botones y abalorios recolectados durante toda una vida.
   El gran huevo de cloisonné que habita en la cueva fue creado para  albergar una vida, y que sin saberlo, poseía el gran secreto de la verdad sobre la naturaleza de su autor, que como en un inmenso, redondo y abultado libro escribió sin tinta su vida.
   Hoy, años después sé que ese fue mi primer libro de artista. Está cosido con hilos de plata y oro su encuadernación es en piel, sus hojas son de aluminio coloreado y envejecido por el lustre que sólo el tiempo nos brinda.
   La vida da una segunda oportunidad a las personas, y ¿porqué no a las cosas?, así que con un carrete de hilo plateado, una vieja pieza encontrada en la entrada de mi casa y una amiga de la lejana Argentina, montaremos un nuevo libro una nueva pieza pintada  con la vida y escrita con mis torpes dedos.
   Azules, negros y blancos unirán La Plata y Granada, azules negros y blancos se cruzarán en el horizonte puliendo las doradas aguas del inmenso mar que nos separa, pero que a su vez nos une.
   Que el océano sea testigo mudo de este intercambio de fríos papeles…

                                                                                                                                            Granada a 7 de Marzo del 2013     juanas








                                       LA JACARANDA Y EL NARANJA







          Atravieso raudo el violeta, el color me pone alerta, mi vista está perdida en los umbrales de la razón, el oído perdido años atrás ya no me daba tregua, y los acúfenos resonaban con la maldita cadencia de siempre dentro de mi cabeza. No sabía cuanto tiempo estaría dentro de esta melaza malva, pero me encontraba tranquilo y mi paso ya no era tan acelerado, disfrutaba del acompasado sonido de las malvas que colgaban de los alféizares de las ventanas, ellas revoloteaban como enormes mariposas monarcas dentro de una urna, su murmullo era líquido como el tiempo, aunque yo ya no pudiera percibirlo.
   Las enormes jacarandas que adornaban la diagonal 74 transportaban mi amoratada cara por las vitrinas de los escaparates devolviéndome la huidiza mirada que ya no reconocía. Estaba atravesando la ciudad de los tilos por su calle más espiritual a mis ojos y luchaba por mantenerlos abiertos, pues esos neones me cegaban y necesitaba encontrar una salida. No sabía donde estaba ciertamente, pero algo me decía que después de la siguiente calle, o en la siguiente cuadra estaría pisando una nueva planta, un nuevo color, un nuevo renacer de la conciencia, deseaba encontrarme con los estambres de una gran violeta que me transportara directamente al país de la toronja, a la calle naranjos, me urgía tocar el azahar co  en mi pituitaria.
   Como sería paso de un color a otro - me preguntaba - ¿terminaría la travesía en un gran charco de luces violetas con irisados naranjas, o por el contrario estaría cerrada y custodiada por un cancerbero con traje reticular luciendo los colores de su calle –probablemente nunca lo sabré?
   ¿Cuantos árboles, cuantas calles están encerradas en ese gran damero que es la ciudad que me permite soñar con las flores, con los colores?, ¿cuantas almas flotan sobre su cielo?, pero sobre todo ¿de que color es el hilo que las sujeta bajo el firmamento? Estos globos multicolores puede que conformen el arco iris de la metrópoli, o no, tampoco es muy importante, pero lo que sí se es que están fielmente repartidos por tonalidades como la música que se percibe y que me transporta de Granada a La Plata









                                                                                                               Granada a 18 de Marzo del 2014  juanas





                                          


                                           SOÑABA, SIEMPRE SOÑABA




           Soñaba, siempre soñaba y soñaba mucho, soñaba desde que recuerdo, todo surge de esos estadios, todo fluye maravillosamente, así es, sin grandes complicaciones, por eso sigo soñando, mi vida es un sueño largo y profundo, cálido, pero salpicado de inquietudes e inacabadas luchas, y de múltiples cuitas sin resolver.
   Soñaba ayer, soñaba, siempre soñando, amparado en la última montaña conquistada o perdida, este sueño no era como tantos otros, un ráfaga de luz que se pierde en el horizonte cuando te despiertas, y ya nunca más vas a recordarlo. Realmente sólo recuerdo un breve espacio, unos pequeños compases de esa elegía que aún centellea en mi gris queso gruyere.
   Soñaba que en una estancia incierta, me encontraba recostado en un sofá y un perro saltó a mis brazos, este era mediano y sin raza que pudiera concretar, éste rápidamente desapareció de la escena  y las partes que me tocó se agrietaron como enormes ríos flanqueados por infinidad de afluentes. Estos surcos de medio centímetro de profundidad y secos, me inquietaron enormemente. No me infligían dolor y tampoco manaba sangre, recuerdo como dormidos mis miembros. Un gran desconcierto y desazón me dejó confuso, no podía dominar mi miedo, sólo era capaz de mirar una y otra vez la cara interna de ellos. No sabría el tiempo que pasó desde el momento en que esos enormes riachuelos aparecieron en mis brazos y las hordas de gusanos salieron por ellos, estos eran blancos y su cuerpo blando estaba formado por anillos, eran dípteros  necrófagos y me estaban devorando.
   Resulta difícil describir la asquerosa y viral experiencia, mis manos no dejaban de tirar estos califóridos al suelo, pero ellos seguían emergiendo desde el interior de mi cuerpo, salían por decenas y crecían a gran velocidad, aún en el pavimento se retorcían buscando su biófago alimento.
   Soñaba, siempre soñaba y soñaba mucho, pero en esta ocasión cuando desperté de tal horrible pesadilla, tenía cincuenta y cuatro años, estudiaba arte y preparaba un proyecto de libro de artista con una platense amiga. Seguro que alguna relación tendría todo lo ocurrido, así que me dediqué todo el día a investigar sobre mi recuerdo y encontré que un escritor llamado Daniel Granada, en su obra "Reseña histórico descriptiva de antiguas y modernas supersticiones del Río de la Plata", publicada en 1896, nos habla de la “luz mala”.


     “ Animales y plantas, cuando están privados del movimiento conservador de la vida, se descomponen y disuelven, despidiendo de sí gases (hidrógeno, fósforo) que al contacto del aire se inflaman y vienen á formar esas luces más ó menos azuladas que el vulgo llama fuegos fatuos.
   Tómalas éste por almas del otro mundo que andan de nuevo por acá, movidas de algún estímulo benéfico o bien pagando saldos de cuentas que han dejado sin arreglar convenientemente para su tranquilidad en la vida superior a que aspiran. La circunstancia de hallarse regularmente los fuegos fatuos en el sitio en que se dio una batalla, o en una tapera, contribuye naturalmente a fomentar en el ánimo de gente inculta la preocupación de que se trata.
   Los terrenos pantanosos, donde multitud de materias orgánicas, vegetales y animales, entran en estado de putrefacción a la continua, constituyen igualmente un gran receptáculo de almas del otro mundo. Cuando el paisano, a vista de una de ellas, pica espuelas á su caballo, para huir de tan misteriosa aparición entre la soledad, el silencio y la obscuridad de una noche serena en medio del campo, la luminosa peregrina, echa a correr tras él, súbese a las ancas de la caballería y abraza por la espalda al aterrado viandante.”



    Soñaba, siempre soñaba y soñaba mucho, hoy sueño y espero seguir soñando.




                                                                                        Granada a 21 de Marzo del 2014 juanas







                                              EL TILO DE PLATA






       Lara el joyero tejía con su habitual maestría, la necesidad acuciante de acabar su tela no le dejaba ver mi frío y serio semblante, notaba su inquietud, su desasosiego, aunque no podía ver su cara, pues una negra máscara cubría su pálido rostro.
   Junto a una gran hoguera ardían los restos de animales que algún cazador furtivo había arrojado al fuego y yo agazapado pude contemplar horrorizado el tañido de las agujas y dedales que componía el instrumental que Vicente utilizaba para crear su obra, su última sinfonía, pues aquel que fuera biólogo, botánico y lutier, ya nunca más crearía enormes esculturas de hierro, ni de piedra, ni tan siquiera de  madera. La arcilla que antaño modelaba entre sus dedos se secaba en un rincón del viejo taller. Su último quejido lo realizaba sin estertores, pero sí con mucha pasión, esa que nunca perdió, esa que renueva con cada pieza, con cada idea. Mi zoólogo amigo quema en la fragua su arte, su historia, su vida…
   Gotas de cal caen de sus dedos para adornar el árbol, su árbol. Bajo sus estalactitas crece un hermoso y frondoso ser, lo mima, lo riega y se deja seducir por su agrio aroma, ese olor que te atrapa y retiene, que penetra en el alma y clava su frío acero en tus entrañas.
   Árbol que viera nacer mi llamador, esa aldaba que quedó incrustada en la madera de su tilo, ese árbol que jalona la Avenida siete de La Plata y que quedó rematada su albura con elegantes piedras preciosas. Ese último árbol que está tallando con cincel de cuero viajará a Argentina como pulpa de papel y quedará acuñado en negro sobre blanco. Ya nunca perderá brillo, ni se oxidará el negro metal de tan notable artista.
  






                                                                                                                                       Granada a 2 de Abril de 2014      juanas