domingo, 23 de diciembre de 2012

FLUXUS EN GRANADA



                  





                ¿Qué es fluxus Juan? Esta es la pregunta que me hace Paco cuando estaba viendo una postal de Navidad creada por mí para mis amigos. Rápidamente y sin pararme a meditarlo le contesté altaneramente: “Fue una forma de arte en la que todo se podía hacer, un arte sin límites ni restricciones”.
   Días después y por unas circunstancias que más adelante comentaré me vuelvo a encontrar con este modelo, con esta palabra, pero antes quiero poner una pincelada académica sobre este movimiento tan especial como discutible, pero sobre todo por la filosofía interna que encerró.
   Fluxus fue un movimiento creado por George Maciunas en 1962 y que reunió a más de medio centenar de artistas plásticos, músicos, poetas y performers bajo consignas cercanas al surrealismo y al dadaísmo (1).
   Como indica su nombre "fluxus" - flujo, en latín - era un continuo dejar correr en libertad ideas y obras. Quería ser una nueva forma creativa diferente a todo lo conocido, querían que lo irracional formara parte de su obra y que el propio observador pudiera incluso interactuar en el resultado final para lograr una nueva dimensión. En definitiva que cada obra se reinventara en cada momento y en cada lugar.  
    Su forma de exponer y crear su arte era la de reunir un grupo de amigos y realizar proyectos concretos en Estados Unidos, Holanda, Alemania, Francia, Suecia, Dinamarca, Japón...
    Tomando esta base mas consensuada y pragmática de este movimiento al que pedí prestado su nombre para cerrar esta postal y proteger mi propia creación, pensando que con esta estampilla de goma que utilizo para el “mail art” estaría resuelta la provocación o la crítica más suspicaz, ya que las obras fueron repartidas en La Escuela de Arte de Granada.
   En mi bonita ciudad hay un maravilloso museo, situado en el casco histórico de la capital, junto a la Encarnación, esa catedral que tantas horas y días hemos compartido en mi búsqueda de la belleza, ya sea dibujándola o escribiendo sobre mis tardes de verano sentado sobre su falda mientras ella me abanica con su alargada sombra.
       En este Centro llamado José Guerrero hay una exposición /concierto, llamada “Música y Acción”, y que consta de 40 piezas para instrumentos varios, como celebración, o más bien como homenaje de recuerdo por el centenario de John Cage (2) y el 50 aniversario de fluxus. Hace un recorrido comenzando a finales del siglo XIX hasta los años setenta, en un ambiente cálido y sensual, donde sólo se permite tocar y jugar con lo que allí encontramos. Debemos de involucrarnos en los conciertos, necesitamos introducirnos en las obras, intervenir en ellas para que de esta forma, con nuestro aporte conseguir el resultado final que proyectaron sus autores. La acción sonora, la música que nos envuelve desde que penetramos en el recinto, hace que disfrutemos desde ese instante de este modo de expresión, de tal forma que nunca imaginé que ésta pudiera ser tan vulnerable a la acción del individuo como parte del total, y por supuesto del resultado final.
    Éramos un exiguo pero muy interesado número de alumnos de mi escuela, a las siete de la tarde nos tenían preparada una visita guiada por las instalaciones, para que así conociéramos y disfrutáramos de todo lo que allí había, desde un punto de vista diferente al que pudiéramos llevar preconcebido. Nunca pudimos imaginar cuánto de diferente es aquello, quieto, vacío y apacible como yo me lo encontré un día después al que fui para tomar algunas notas y poder relatar esta fantasía musical desde un plano mas formal.
   Después de atravesar la nazarí plaza de Bib-Rambla, llegamos a la calle Oficios e inmediatamente estábamos ya en el Centro llamado José Guerrero, ya muy visitado por mi en diversas ocasiones. Como ya había comentado nos disponíamos a ver una exposición temporal, pero todo fue muy diferente, pues no sólo vimos, que así fue, sino que lo más importante era el aspecto sonoro y musical del evento, sumado a la necesidad de interactuar con los elementos allí presentes.
   Al penetrar en la primera sala nos encontramos con un magnífico piano Alemán Grotrian-Steinweg, una especie de embudo metálico de grandes dimensiones soportado por un trípode y justo debajo de él un tren de madera de siete vagones. A un lado de este una caja con bolas de madera algo más grandes que pelotas de ping pong y numeradas del uno al 88 y una pizarra. En los lados de la puerta y dándonos la espalda se encontraban dos monitores de televisión.
    Imponente el negro y brillante instrumento, magnificado por las dimensiones de la estancia y el número de asistentes que lo rodeábamos y por la expectación que despertaba todo aquello que nos rodeaba.
    En pocas palabras el responsable de difusión y educación del museo Don Pablo Ruiz nos explicó cómo nos llevaría a explorar el mundo que ante nosotros se abría. Él preguntaría en todo momento y esperaba respuestas. Siempre pediría voluntarios para ayudarle a ejecutar las obras para que así pudieran ser representadas tal cual las diseñaron sus creadores y poder disfrutar plenamente de la exposición/concierto, cosa que pude comprobar personalmente al día siguiente, como ya he contado.
    Pidió un voluntario, y nadie se presentó, así que me armé de valor y me presté a contribuir a algo que aun no sabía de qué se trataba, deje mi chaqueta y mi sombrero en el suelo y me dispuse a cooperar en todo lo que pudiera, que en este caso se trataba de mover el tren por debajo del gran embudo mientras el echaba las bolas dentro, repartiéndose todas ellas entre las siete vagonetas. Terminado esto exclamé con voz gutural muy impostada, pero solemne, muy solemne ¡estridente! Pasado el primer silencio y desvanecido  mi grito y de la vuelta a la calma de la sala después de tamaño estruendo de sonidos, pasó a explicarnos el siguiente paso, que sería el de anotar las bolas de una caja cualquiera en la pizarra y en ese orden se interpretaran al piano. Ya hemos dicho que había ochenta y ocho esferas numeradas, que concuerdan exactamente con el número de teclas del instrumento que va a interpretar la pieza. El modo a leer la improvisada partitura era libre, sólo se debía seguir el orden de pulsaciones, dejando libertad par el uso de los pedales (tres en esta ocasión por ser de “cola”), y así fue cómo se interpretó la pieza  La Mariée mise à nu par ses célibataires, même” de Marcel Duchamp, datada en 1913.
    Después de aclarar algunas dudas y comentar la actuación, pasó el señor Ruiz a aclarar que si el solista hubiera utilizado los pedales, hubiese conseguido lucir más la pieza. Hubo un pequeño debate sobre cómo y el por qué de las diferencias, cosa que no pudo aclarar de forma convincente, así que buscó entre los asistentes alguien que fuera capaz de tocar nuevamente las piezas, pero esta vez apoyándose también en los pedales.
    En esta ocasión entono el “mea culpa”, me tuvo que convencer con la experiencia de escucharlo de nuevo para demostrarlo, pero sobre todo para convencerme a mí. Yo no sabía cómo se podía cambiar tanto el resultado con sólo manipular hábilmente el pedalier y así se lo hice saber. Realmente sí que cambió todo, aunque no resolvió mis dudas sobre cómo interactuaban estas palancas con las teclas, para poder comprender realmente los cambios en el resultado final.
     Al día siguiente, en el que me encuentro escribiendo esta experiencia, mis inquietudes me hacen estudiar y acercarme a las posibilidades de este apoyo que tiene el piano y las comparto con vosotros:
     El pedal derecho sirve para ampliar el sonido y que suene más ligado y fluido.
     El izquierdo sirve para todo lo contrario, apaga el sonido y se conoce como U.C (una corda), cuando lo accionas sólo suena una cuerda.
     El del medio se llama sostenuto y su función es la de mantener el sonido (la nota que hayas tocado seguirá sonando, aunque sueltes la tecla, mientras tengas accionado dicho pedal).
   Con esto termina la primera obra  con el estruendo de las bolas golpeando en la madera y los maravillosos sonidos del piano retumbando aún en nuestros oídos, así que pasamos a ver dos videos, uno de  Erik Satie, “Vexations”, interpretado por John Cage, y otro de Henry Cowell  “The Banshee”, interpretado por Joan Cerveró y  Víctor Trescolí.
    Muy interesante, sugestiva y profunda esta primera sala; pero sólo hay un problema, algo que no encaja y me deja triste, un tanto apagado, algo que sólo unos días antes había estado estudiando con gran interés y que por supuesto expuse: ¿Cómo es posible que después de escuchar música y sonidos varios en directo, pusieran dos videos musicales con los altavoces integrados de los monitores? ¿Cómo se podía disfrutar de esas dos piezas faltándoles tantos  armónicos? Me confesó cortésmente que estaba todo dispuesto así, y que efectivamente tenía razón, pero no se podía hacer nada, excepto que fuera unos días concretos en que se tocaban las piezas directamente sobre el piano.
     Me interesaba mucho este tema que he tratado sobre la calidad de la música, sobre estos “armónicos” a los que me he referido anteriormente, pues en un programa de radio escuche por primera vez esta cualidad que paso a comentar someramente.
     Se denomina serie armónica en música a la sucesión de los sonidos cuyas frecuencias son múltiplos enteros positivos de la de una nota base, llamada fundamental.
    En una teoría simplificada del timbre musical, cada uno de los sonidos de la serie armónica es un componente del timbre o color del sonido representado por una nota cuya frecuencia es la del sonido fundamental. A los sonidos de la serie armónica, componentes del timbre, se les llama sonidos armónicos o simplemente armónicos.
    Una nota hace 12 armónicos, porque pone en resonancia las 12 notas de la escala musical (con medios tonos y sostenidos).
    Por definición, el sonido digitalizado pierde información. Cuando se crea un CD, el sonido analógico se muestrea a 44100Hz (es decir, se toman 44100 muestras por segundo) y se limita el rango de frecuencias (16 bits, ó 2^16 = 65536 valores distintos), lo que provoca que la calidad de sonido se reduzca y no suene tan natural. Por tanto, la música afinada a 440 Hz es música muy pobre, como la que nos encontramos en la muestra, que además se amplifica por el corte abrupto del piano a la música digitalizada y grabada en el año 1960 y 1961 respectivamente que es la que nos presentan como muestra, y que agradezco, pues es muy difícil poder ver y oír esto, y además que te lo presenten todo tan bien envuelto y preparado para ser disfrutado en la forma que quizá ellos hubieran querido.
   Como nota curiosa destaco que: La frecuencia del planeta Tierra es de 8 Hz. Las ondas alfa, la frecuencia del cerebro en estado de relajación profunda, son ondas a 8 Hz. Afinar a 440, hace que la base no sea 8, sino 8’25, lo cual significa que los armónicos que generan no son armónicos con el planeta.
    En definitiva es lo que burdamente quise expresar al guía de la exposición y al resto de mis compañeros.
    Como había relatado, me interesó el tema unos días antes, y fue tanto mi interés,  que buscando información, descubrí que el propio Steve Jobs, padre del primer ordenador personal (el Apple I) y fundador de Apple Computer tenía en su casa un reproductor de discos de vinilo, junto con una gran colección de ellos, pues amaba la música, y por tanto le gustaba escucharla con la máxima calidad posibles, es decir sin perder “armónicos”, porque el ser humano funciona en un rango de frecuencia que va de 16 a 32 Hertzios, lo que equivale en la escala musical, del do al do, o sea, una octava, y así quería él disfrutarla.
   La primera alteración física que podemos notar cuando llevamos un rato escuchando música a 440 Hz , es cansancio, fatiga, ganas de no hacer nada, y esto sucede porque los armónicos de la música no encajan con la frecuencia vibratoria del ser humano y esto nos hace sentir inseguridad, miedo, angustia y desorden interno.
   Con esto no quiero decir que sintiera ninguno de estos desórdenes, puesto que el tiempo fue extremadamente corto para poder llegar a esto, pero si lo suficiente para no llegar a disfrutar en su plenitud los acordes interpretados.
   Finalizada esta maravillosa experiencia y después de subir a la primera planta por unas magníficas escaleras diseñadas en escorzo y con peldaños de fina madera pulida,  
pude disfrutar de infinidad de experiencias sensoriales, como fue Nam June PaikOne for Violin Solo”, en el cual vemos como destroza un Violin delante de los espectadores. Preguntados por los significados, hubo varias respuestas, que no voy a describir aquí, pero conceptualmente, lo que quería transmitir era que esa intervención formaba parte de los sonidos, de la música, una música única e irrepetible y de la que ya formábamos parte.
   Interesante la propuesta de George Brecht’s, con su propuesta de: “Motor Vehicle Sundown. Motor Vehicle Sundown”. Me sorprendió  claramente por lo arriesgado, pero sobre todo que en el año 1961 pudiera reunir gran cantidad de coches y artistas para interpretar esta maravillosa y sutil Performance, auténtico arte en movimiento.
   Posteriormente pasamos a otra localización de la sala, donde se encontraba una mesa llena de juguetes, 24 pude contar, unos eléctricos, pero la mayoría eran para manipularlos manualmente, se necesitaban tres voluntarios para realizar esta nueva actividad, que nos invitaba a realizar Alice J. Benham de la mano de nuestro ya entrañable guía, y se trataba de interpretar una pieza musical concebida como un juego de números que coincidían con las letras de su nombre, con los cuales hizo una partitura de tiempos e instrumentos elegidos por los interpretes, en este caso fueron los propios visitantes.
   Divertido hasta decir basta, no puedo saber cómo fue el sonido, estaba muy preocupado en poder hacer algo, contar tiempos, elegir juguetes, aprender a jugar con ellos, un maravilloso y lúdico momento rememorando mis niñez y con la libertad absoluta que da la edad y el aplomo de mi analfabetización musical. Juego recomendable y liberador. Rememoro ahora mis recuerdos del día de los Reyes Magos, esas maravillosas vivencias de la Epifanía del Señor que llevamos todos en nuestro interior.
    El siguiente paseo fue acuático y nos lo dio John Cage, en su  performance "Water Walk", donde pudimos interpretar los sonidos del agua y de los fluidos ya libremente y con más soltura, por la complicidad que nos daba el interlocutor. Cada vez éramos más los que participábamos en los debates, con la lógica diversidad de opiniones, enriqueciendo los contenidos finales.
    Al pasar a la siguiente estancia, descubrí algo fascinante para mí, algo que nunca había visto ni oído, se trataba de “Experimental Music”, de  John Cage  “ 4′33″.
   “La pieza puede ser interpretada por cualquier instrumento o conjunto de instrumentos. En la partitura, con una única palabra, "Tacet", se indica al intérprete que ha de guardar silencio y no tocar su instrumento durante cuatro minutos y treinta y tres segundos. Aunque comúnmente se considera que se trata de "cuatro minutos y treinta y tres segundos de silencio", algunos teóricos de las vanguardias musicales consideran que el material sonoro de la obra lo componen los ruidos que escucha el espectador durante ese tiempo. Con el paso de los años 4′33″ se ha convertido en la obra más famosa y controvertida del autor.
   En principio, la composición no guarda nada que pueda parecernos espectacular en sí misma, pero lo que me llamó la atención fue la cámara anecoica que se adjunta a la partitura, y que él mismo relata a continuación.
   El compositor estadounidense John Cage cuenta en un libro que en cierta ocasión, entró en una cámara anecoica, un recinto de laboratorio diseñado para realizar experimentos en un ambiente en el que no se produce ningún sonido. Si uno habla en el interior, la sensación es  que las palabras tienen peso y caen desplomadas al suelo.
   Cage escuchó con toda atención y llegó a la conclusión de que, a pesar de todo, oía dos sonidos, uno grave y otro agudo. Cuando preguntó a los científicos, éstos le informaron  que el sonido grave era su propia sangre circulando y el agudo su sistema nervioso en funcionamiento. Cage llegó a la conclusión de que "El silencio no existe".
    Después de todo aquello, las situaciones serían de lo más variopinto, pero realmente, yo creo que todos estábamos tan influenciados por el espíritu de aquellos personajes, que ya nada nos llegó a impresionar, era como si estuviéramos abducidos, pasábamos de una estancia a otra sin apenas inmutarnos.
    Comentamos algunas obras, pero ya sin mucho entusiasmo, es más, el mismo “Pendulum Music” de Steve Reich nos sumió aun más en ese letargo que arrastrábamos escaleras arriba, hasta que finalmente interpretamos una obra con papeles vegetales al ser rasgados, golpeados, arrugados y tantas cosas como se nos ocurriese hacer.
   Este fue el maravilloso paseo efectuado por los mundos de John Cage y el  fluxus en Música y Acción. Exposición/concierto de 40 piezas para instrumentos varios en Granada en el año 2012.
  Ahora entiendo un poco más este movimiento y por supuesto lo llevo más dentro de mí, nunca más volveré a decir:Fue una forma de arte en la que todo se podía hacer, un arte sin límites ni restricciones”. Es algo mucho mas profundo, es la unificación de las artes, es el arte en movimiento y vivo…



   



     1)   El Dadaísmo surge con la intención de cambiar todo lo conocido en el mundo del arte. Es un movimiento antiartístico, antiliterario y antipoético, ya que cuestiona la existencia del arte, la literatura y la poesía, lo cuestiona todo por sistema. Se presenta como una ideología total, como una forma de vivir, sin importarle nada todo lo aprendido.
   Está en contra de la belleza eterna, contra la eternidad de los principios, contra las leyes de la lógica, contra la inmovilidad del pensamiento y contra lo universal. Los dadaístas promueven un cambio, la libertad del individuo, la espontaneidad, lo inmediato, lo aleatorio, la contradicción, defienden el caos frente al orden y la imperfección frente a la perfección.
   Proclaman el anti-arte para utilizarlo como protesta, como único vínculo para lograr el shock, el escándalo y la provocación. Se sirvieron del montaje de fragmentos y de objetos de desecho cotidiano.
El origen del término Dadaísmo es confuso. La versión más aceptada dice que al abrir un diccionario al azar apareció la palabra dada, que significa caballito de juguete, y fue adoptada por el grupo.
  El movimiento dA-dA nació en un café de Zurich en 1916, allí se recitaban poemas y se reunían representantes de diversas escuelas como el expresionismo alemán, el futurismo italiano y el cubismo francés. Por esto se le conoce y es donde se le da más valor al movimiento como cuestionador del concepto del arte, y no como destructor del orden anterior.



   2)   John Cage es una de las figuras más importantes del arte contemporáneo, no sólo por sus innovaciones en el campo de la música sino como pensador, escritor y filósofo. Nacido en los Estados Unidos de Norteamérica el 5 de Septiembre de 1912.
   La faceta más particular que va a convertir a John Cage en uno de los grandes innovadores musicales de este siglo y que lo va a apartar de la tradición Europea, es la búsqueda de la "obra abierta". Para Cage la obra de arte se tiene que abrir a la vida, y esto trae como consecuencia la creación de obras en las que el artista se hace a un lado y deja que los acontecimientos que existen en ellas tengan lugar simultáneamente, sin que interfieran unos con otros. Para lograr esto él compone su música usando técnicas de azar que determinan cada nota, cada ritmo y cada silencio de sus obras. Consiguiendo así que las emociones surjan no de ellas, sino de la gente que las escucha y del contexto y lugares donde estas fueran reproducidas.
   Cage perseguía involucrar al espectador con una forma de expresión que lo acercara a la vida através de su filosofía de la "no intención" (es decir que lo que sucede esta abandonado al azar, y no se pretende comunicar algo determinado). No quería meros espectadores, pretendía implicar al público en la obra, que la composición final fuera  una obra nueva y fresca.


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