jueves, 25 de octubre de 2012

LA MEMORIA.










                                                     LA MEMORIA.



                                        DEFINICIÓN DE MEMORIA:
         La memoria es un proceso mediante el cual somos capaces de recuperar la información que previamente hemos registrado en nuestro cerebro.

                                       DISTINTOS TIPOS DE MEMORIA:

      Atkinson y Shiffrin en los años 70 postularon la existencia de tres almacenes de memoria (teoría multialmacén o teoría de la memoria múltiple).
    La existencia de estos tipos de almacenes no se ha podido demostrar experimentalmente, pero sí deducida a partir de las investigaciones sobre lesiones cerebrales en la que ha resultado afectada.
-          Memoria sensorial. En este almacén los datos se registran con todo detalle durante unos breves instantes (1 ó 2 segundos) de una forma bruta y no significativa, es decir, puede no tener ningún sentido para nosotros. A pesar de ser tan breve, los recuerdos son muy precisos, casi idénticos a los estímulos que los han provocado. La memoria sensorial incluye diversos tipos de recuerdos procedentes de los distintos órganos sensoriales; podríamos hablar de memoria sensorial visual, auditiva, olfativa, táctil y del gusto. El olfato es el sistema sensorial más antiguo y primitivo: está organizado de forma muy simple y los estímulos olfativos llegan rápidamente al cerebro. Según las investigaciones recientes, existen conexiones importantes entre el sistema olfativo y el sistema límbico y el sistema olfativo está también estrechamente vinculado con los otros sistemas sensoriales (oído y vista). Probablemente estas conexiones permiten que otros acontecimientos queden asociados a los olores, lo que explicaría que la memoria olfativa tenga un mayor contenido emocional que las demás memorias sensoriales y que cuando recordamos un olor estemos recordando también el contexto emocional y sensorial en el que lo percibimos la primera vez.
-          Memoria a corto plazo La información es seleccionada y almacenada en ella durante un periodo de 15-25 segundos (incluso unos pocos minutos) y en una forma más significativa. Su limitada capacidad exige que las nuevas informaciones vayan desplazando o empujando a las antiguas.
-          Memoria a largo plazo: En este tipo de memoria la información queda registrada de forma permanente, no se borra nunca, aunque a veces resulta difícil de recuperar. Su capacidad es aparentemente ilimitada, en ella nos cabe todo lo que queramos almacenar. También nosotros recordamos la información organizándola en esquemas o temas generales. Para que los recuerdos queden guardados en la memoria a largo plazo habrá que relacionarla con otros, la nueva información tiene que conectarse necesariamente a otras que ya tenemos para que se integren.
     Quiero hacer especial hincapié en la memoria sensorial, pues desde que intento plasmar mis sentimientos plásticamente, mi búsqueda personal me lleva a verter sobre el lienzo o el material que en ese momento esté trabajando mis emociones e inquietudes, en definitiva todas esas sensaciones que me recorrieron cuando viví aquella situación que quiero representar.
    Después de más de treinta y cinco años, sigo empeñado en ello, estudio, diseño y pienso, pero sobre todo medito mucho sobre la posibilidad de poder transmitir todo ese cúmulo de ideas en la obra, cosa que me sobrepasa y me desespera, pues mis pensamientos van mas rápido que mi mano, y cuando empiezo a cristalizar una idea, ya la ha enterrado la siguiente. Esta situación hace que ni yo mismo pueda comprender el verdadero significado de la obra, que queda casi siempre inconclusa, pues siempre falta el último pensamiento, la última ráfaga de aire fresco.
    En mi constante búsqueda de la belleza, de la armonía artística, comencé a dibujar del natural, en la calle, como ya he comentado en otras ocasiones, esta nueva ventana me obliga a ver como cualquier persona, me obliga a sentir la urbe tal cual es, fría y abrupta, sin sentimientos ni emociones, dibujo ladrillo y hormigón, sin ningún adorno externo, sin pasión, sólo líneas duras y espacios vacíos. Intento transmitir ese trozo de ciudad, que yo he recortado, como lo haría un fotógrafo, es sólo un fragmento de naturaleza muerta. Mido y borro hasta la extenuación, en cada boceto invierto más de veinte horas de trabajo, llegando a más de treinta en alguna ocasión.
     Las tardes de los veranos transcurren así, plácidamente paseando con mi cuaderno y mis lápices, dibujando y aprendiendo cada día un poco más, ya me conocen muchas personas, hablamos y comentamos algo sobre mi trabajo, pero la mayor parte del tiempo, son sólo conversaciones banales, sin mucho contenido, aunque en ocasiones derivan en reflexiones más profundas, como es el caso que paso a relataros.
   Era un caluroso verano de agosto en Granada, corría el año 2011 y me paré como en numerosas ocasiones a contemplar a otro “Urban Sketchers”, pero no era un pintor cualquiera, este era nada más y nada menos que el doctor Juan García Pedraza, profesor de dibujo de la Facultad de Bellas Artes de mi ciudad. Mientras me recreaba con su obra, y charlábamos, me pidió que le enseñara mi libreta, pues siempre él quiere ver mi trabajo. Apenas me pone pegas nunca, pero siempre me hace algún comentario “magistral”, por supuesto, aunque casi nunca soy capaz de aprovecharlo dada mi vanidad. Aquel día, me preguntó la edad, pues según me dijo después, había unos cursos en la Facultad, para mayores de cincuenta años y que estos me podrían interesar, a lo que yo le respondí: “No quiero aprender a dibujar, pues realmente, lo que a mi me interesa es plasmar sentimientos, sensaciones en mis obras, y que dibujaba del natural para obligarme a ver la realidad desde el otro punto de vista y así poder comparar y aprender a expresarme.” Aquella fue mi última visita a Juan aquel verano, puesto que me contestó como docente que es” Ya estamos con lo mismo…”. Así que apresuradamente cerré mi cuaderno y me despedí de él no sin antes contestarle: “Me voy a mi casa, pues es la segunda cura de humildad que me dan en el mismo día y en un intervalo de tiempo muy corto”.
      Volviendo a la memoria como proceso, y a la dificultad que tengo para expresar sobre un lienzo sensaciones, y que esas representaciones, nos lleven al lugar y al mismo instante en los cuales recreó su obra el autor, esto es lo que intento explicar en este breve ensayo.
     La memoria sensorial incluye diversos tipos de recuerdos procedentes de los distintos órganos, como ya exponía anteriormente podríamos hablar de memoria sensorial visual, auditiva, olfativa, táctil y del gusto. Aquí me encuentro que en mis obras no puedo aprehender más que lo que el ojo pueda ver, y poco más, y esta es una dificultad añadida para representar el universo sensual que nos fascina continuamente y con la que me encuentro enfrentado diariamente.
      Actualmente estoy terminando la segunda obra de un autorretrato desglosado en un tríptico, no intento que sea una foto como ya he expuesto, sino un compendio de mí mismo desde la introspección, así que al no ser capaz de trasmitir un detalle que me gustaría pintar, lo hago con mi pobre verbo, pues  considero que plásticamente me expreso más libremente, pues mi dilatada experiencia me hace ser soberano.
  Volviendo a  la memoria olfativa, me gustaría destacar, que se puede asociar un olor a una imagen emocional, en cuanto que la emoción sea positiva, el olor será evocador de bienestar; si por el contrario el olor se asocia a algo negativo será evocador de inquietud y malestar. Los primeros recuerdos olfativos son los más potentes en su capacidad para reactivar las emociones; dicho de otro modo, cuanto más antiguo sea este recuerdo, más profundo será la emoción que despierte. Por lo tanto, el olor actúa como un disparador  rápido de recuerdos más que ver o escuchar, así que a mi me hizo despertar hace dos días un recuerdo muy antiguo, de hace más de cuarenta años, un olor que no me agradó en absoluto.
     Estaba sentado como cada mañana frente a mi ordenador, y súbitamente me llegó aquel aroma que desprendía mi abuela, y que esporádicamente he podido reavivar a lo largo de mi vida, al ser desprendido por muchas mas abuelas, este efluvio, que más bien se convirtió en hedor, así era, invadía mi estancia, me impregnaba profundamente, tanto fue así que  llegaron a saltárseme las lagrimas. Esto fue  al descubrir el origen del mismo, pues me encontré que procedía de mi propio cuerpo, ahora era yo el que olía a viejo, a rancio, esos malditos olores que odiaba se habían apoderado de mi cuerpo, salían desde mis entrañas. Aunque el primero de todos fue de mi sonriente y adorable abuela Emilia, no dejó de ser un presagio, una mala visión en una mañana de otoño.
   Finalmente sólo me queda por decir, que los recuerdos nos pueden llevar a estos trances tan íntimos que nos devuelven  a la realidad  como un mazazo y esto sin posibilidad de huida ni vuelta atrás.
    

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