lunes, 1 de octubre de 2012

LIBRO CON TAPAS DE FORJA






           Había ideas, proyectos, amanecía bien hoy, es uno de Octubre, comenzaba mi nueva andadura en cuanto a mi formación, llevaba dos semanas en clase de forja artística sin mucha ilusión ni gusto. Los días pasaban lentos, fríos, acababa de entrar el otoño y la fragua no calentaba lo suficiente el ambiente. Tampoco las miradas transmitían pasión, yo ya sabía como funcionaba aquello y por eso me entristecía aún más.
   Mis bocetos sin alma habían pasado por sus manos, después de terminar,  volvió a mirar tres, cosa que me alegró, al menos los había visto y ya se podía hacer una idea de cómo me expresaba artísticamente hablando, de cómo había tratado el trabajo y mi forma de crear. Finalmente eligió uno y no me pidió que cambiara nada, aunque yo se lo ofrecí (he aprendido a dejarme llevar por sus ideas, puesto que prefiero trabajar a gusto de ellos que aguantar todo un proceso creativo en contra de los planteamientos preconcebidos que puedan tener). Pásalo a tamaño real y ya buscaremos los materiales con que podamos hacerlo. Corta un trozo de papel de embalar de un metro de longitud y hazlo con el. (Estas fueron las palabras de mi profesor de taller), así lo hice, es más aún lo estoy haciendo esta mañana.
   Empieza la tercera semana desde aquel primer día en que resbalaba cueva abajo, la gelatina de suelo y paredes estaba casi solidificada, y la mayoría de los reptiles empezaban a hibernar, aquello podía parecer una comunidad “sui géneris”, pero así lo veía yo. La rudimentaria corporación estaba en marcha, aún no de forma regular y autónoma, pero si estaba desperezándose la gran mole. Al erguirse lentamente dejaba entrever las últimas heridas aún sin cicatrizar, presentaba costras sanguinolentas y otras aún purulentas, pero hordas de albañiles intentaban cicatrizar aquellas que aún podían ser restauradas cauterizándolo todo para que pudiera esgrimir sus armas y seguir aniquilando vocaciones.
   Grandes andamios de bambú estratégicamente colocados servían de soporte al monstruo, estas muletas debían de servir de apoyo y futuro sustentación al animal, puesto que aún estaba muy débil, había vivido todo el verano sin alimento ninguno y necesitaba alimentarse bien y pronto. Estaban llegando los primeros fríos y lluvias y estos amenazaban con quedarse durante todo el curso.
   Este año yo debía estar mejor resguardado que nunca, no tendría que visitar las mazmorras de las altas torres, allí donde moran los crueles y sanguinarios verdugos. También sabía que mientras que hubiera brasas en la fragua no se atreverían a dejarse ver por “el jardín de hierro forjado”. El fuego sería su fin, éste purificará sus almas y perecerían para siempre sin terminar la cruel venganza para la que habían sido creados.
    En esta tercera semana de escuela, y mientras escucho la Sinfonía n. º 9 en mi menor, Opus 95 (1893), también conocida como Sinfonía del Nuevo Mundo de Antonín Dvořák, empiezo a ver la luz. Bosquejo en mi mente un proyecto puente entre mi nueva etapa y la acabada, estoy pensando hacer un libro, mejor dicho las tapas de un tomo en metal forjado, cincelado y martilleado. Tengo cobre y zinc de gran calidad, de mi etapa como grabador, que duró quince años, y aún hoy sigo haciendo alguna pequeña xilografía. También dispongo de muchísimas planchas para ilustrar este pesado y duro elemento. Espero poder aprender lo suficiente para presentároslo pronto y podáis disfrutar conmigo este nuevo período que puede estar lleno de hierro templado y dulce.
    

1 comentario:

  1. Hola Juan!Ante todo muchas gracias por tus comentarios en mi blog, son muy motivadores! Eres de la Escuela de Arte de Granada? Yo estoy en la de Salamanca, que llevo unos días pensando si eras de mi clase o no, jeje. Escribes unas cosas preciosas, estoy deseando ver ese libro de forja!
    Un saludo!

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