martes, 13 de noviembre de 2012

LA TRAMA DE MALÉFICA









                                                             LA TRAMA DE MALÉFICA

        “En el día del nacimiento de la Princesa Aurora, sus padres, el Rey Estéfano y la Reina Flor, organizan una gran ceremonia a la que invitan a todo el reino. Durante la ceremonia, Maléfica aparece, decepcionada porque no la han invitado, y como venganza, hace caer una maldición sobre la princesa, diciendo que en el día en el que cumpla 16 años, se pinchará el dedo con el huso de una rueca, y morirá.”
   Así comienza el cuento de la bella durmiente. Ya lo conocemos todos, pero lo que quizá no recordemos muy bien es la parte en que Maléfica hace crecer un bosque de espinas alrededor del castillo, y después, se transforma en un enorme dragón negro y púrpura, y ataca a  Príncipe Felipe (que nada tiene que ver con la familia Borbón). Al final, Felipe la apuñala con su espada (en su forma de dragón), acabando así con Maléfica.
   Cuando escapé del torreón situado en lo alto del castillo, donde estuve encerrado mucho tiempo tejiendo para la malvada bruja y su ejército no reparé en lo que dejaba atrás, sólo pensaba en salir de allí con el menor daño posible. En cuanto pude fugarme respiré hondo y pensé que ya nunca más tendría que subir a las mazmorras situadas en la tercera planta, me sentía feliz por ello. Aunque tenía aun lo recuerdos muy vivos y algunas cicatrices se habían vuelto a abrir, continuaban sangrando y emitiendo nauseabundos olores que asustaban a los que me rodeaban.
   Ayer lunes encontré un pequeño papel en mi libro de lectura, alguien lo había dejado allí para que yo lo encontrara a primera hora de la mañana. Estaba muy bien doblado y en el me hablaba del azul ultramar, volvía el lapislázuli a mi vida, Arturo Casciaro comenzó con su libro, yo lo continué con el texto y Ana Isabel Sevillano Trujillo lo terminó en su misiva.
   La nota era corta y escueta, unas palabras amables y otras que me hicieron ruborizar, pero sobre todo muchos silencios, unos ensordecedores silencios que llenaron mi estancia y me sumieron en una gran melancolía, pues recordé que ella seguía allí en lo alto del castillo.
  Comenzaré desde el principio, pues la historia es larga y aun no ha concluido, pero merece la pena ser recordada y contada.
  Todo comenzó como un día normal de la tejeduría del terror aunque aun no sabíamos que la denominaban así. Bellas y danzarinas hordas de hebras de hilo sobrevolaban sobre nuestras cabezas, la música nos envolvía y aún Maléfica no se mostraba envuelta en llamas verdes y no pululaba por allí su secuaz llamado Diablo, al que denomina cariñosamente "Fiel Amigo" y su ejército de ineptos monstruos tampoco habían hecho acto de presencia.
     El escenario estaba montado maravillosamente y los tramoyistas conocedores de su oficio no dejaban ningún hilo sin atar, para que de esta forma, las sargas, satenes y tafetanes salieran a la perfección. Los copos de lana nos servían de sujeción en nuestro etéreo nadar sobre esas nubes en las que nos zambullíamos. Así iban transcurriendo los días, pero me daba cuenta que los decorados eran sólo eso, cartones pintados para tapar las rejas de las ventanas, los fríos muros y las grandes cerraduras que había en la gran estancia hasta entonces dividida en dos maravillosos salones digno de un rey.
     Éramos sólo algo más de media docena de escogidos para hacer compañía  a la bruja y sus secuaces, pero cuando nos captaron no sabíamos cuales eran sus intenciones ni hasta donde podían ser de malvados. Las comidas se fueron tornando agrias y pobres, apenas nos calmaban el apetito y pronto comenzamos a pelearnos entre nosotros por tan preciado botín. Esto fue sólo el principio, aunque ya desde aquellos primeros días me di cuenta de algo que me extrañó mucho, pues uno de nosotros apenas si comía y notaba que se estaba consumiendo de pena y hambre. Sólo mucho tiempo después pude descubrir que se trataba de la Princesa Aurora.
     Estaba en su rincón, rodeada de telas de araña hábilmente tejidas para que no notara que estaba siendo atrapada en la malla, su banco de trabajo estaba tres puestos mas allá del mío, no podía verla ni oírla, las máquinas con su ensordecedor y rítmico rugir no dejaban que pudiéramos comunicarnos entre nosotros ( ahora lo he comprendido). Su tez blanca y pálida denotaba su rancio abolengo y su erguida espalda correspondía a un ser nacido de alta cuna. Con su larga y trigueña cabellera, bien se podría tejer un etéreo traje de piel de ángel comparable con el mejor raso o satén. Allí estaba ella sumida en una extraña melancolía.
    Pasaban los días y las semanas sin darnos cuenta del lugar tan tenebroso en el que nos encontrábamos, parecía que estuviéramos adormilados, no se si nos proporcionaban algún tipo de brebaje para mantenernos en ese sopor continuo. Con los años supe que esta joven era una artista llegada de la vecina Córdoba y pude comprobar por mi mismo de su maestría y destreza en estas artes y otras.
    Después de muchos meses o años nos fuimos conociendo, realmente no se cuanto tiempo trascurrió pues nos habían privado de la luz y los relojes y sólo nos permitían parar de tejer unas breves horas al día para comer y descansar en los camastros que nosotros mismos improvisamos con los restos de tejidos inutilizados por las ratas que por allí moraban.
    Una tarde (lo supe al salir) me encontré  con que mis grilletes estaban sueltos, podía escapar y por supuesto no lo dudé, no tuve que decirle nada, únicamente le mostré mis muñecas libres, delgadas y sucias, pero sin las cadenas que durante tiempo llevé. Una lágrima asomó de sus limpios ojos y me dijo, “no te vallas, no me dejes aquí sola”, pero ya apenas si pude llegar a escuchar ese sollozo, ese grito desesperado, pues corría montaña abajo sin mirar atrás, sin despedirme de ella, sólo quería volver a respirar.
    Años después o días, realmente no lo sé, veo que la princesa sigue cautiva, la princesa está triste. Se que duerme sentada en el banco de trabajo liada en la manta que tejiera yo con lana en el telar debajo lizo, esa frazada blanca que fue mi ultimo trabajo en el “Reino de lo vertical”.
    

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