sábado, 10 de noviembre de 2012

W. MORRIS Y YO




                 Llovía mucho este mes de Noviembre sobre Granada, había abandonado temporalmente la manufactura de “libros de artista”, no como él, que hasta en su lecho de muerte le seguían visitando para pedirle consejo sobre el maravilloso mundo de las artes gráficas. Los últimos años de su vida los dedicó al taller imprenta Kelmscott Press, donde imprimió libros de gran calidad y creó nuevas tipografías de reminiscencias góticas. Editó, entre otros títulos, las obras completas de Chaucer en volúmenes bellamente encuadernados y pulcramente impresos con ilustraciones de gran sensibilidad.
   Cuando me refiero a él, hablo de William Morris (1834-1896), poeta, pensador, político, pintor y diseñador, es una figura singular en la historia inglesa de la segunda mitad del siglo XIX, el artífice del gran impulso renovador en el dominio de la estética y la popularización del arte en Inglaterra y en casi toda Europa.
      Me encuentro solo, llevo pensando una semana el texto que le presentaré a mi  mi profesora de Historia del Arte. El tema sugerido fue, sobre este autor Británico, con el cual me siento muy identificado en el sentido de sentir y vivir el arte y el diseño con el mismo amor y pasión, con lo cual seguiré haciendo este comentario desde un punto de vista muy subjetivo, pues habiendo interiorizado los principales puntos que tenemos en común, paso a reflexionar sobre ellos desde la “introspección”. Intentaré darle vida y lo pasearé por mi mundo y así entre los dos darle un valor añadido a este relato, sin que con eso pretenda ser exhaustivo en la cantidad de información, pero si en la calidad, pues me ceñiré expresamente a los nexos en común o muy encontrados entre nosotros. Romperé la barrera del tiempo para que sea atemporal, hasta tal punto que quebraré la cronología de su biografía para centrarme en la parte que más me ha subyugado de ella y así poder escribir libremente, cosa que espero que sea del agrado de seguidores y detractores.
       Necesitaba adentrarme en lo más profundo del arte y la creación, pues ya llevaba casi veinte años de mi abandono de estos elementos vitales para mí. Todas las ilusiones quedaron relegadas, la vida me había cambiado totalmente y debía empezar de nuevo.
     Ya todo estaba medido fijado, quedaba atrapado en la máquina. Pero para llegar hasta ese punto debieron de pasar unos duros años. Tiempos muy difíciles, que dejaron una huella indeleble en mi espíritu, cambiando todas las bases ideológicas y algunas conceptuales.
      Volvía de fiesta como tantas noches en aquel tiempo, una madrugada cualquiera en la que volvía a casa, me encontré con un cartel en la calle, es una pena, pero ya no lo conservo, estaba dentro de un libro que presté y nunca me devolvieron. Era de un curso de iniciación a los tapices. Siempre me gustaron, los amé desde que vi los que había realizado Miró en su fundación, que visité a principio de los años ochenta, incluso realicé algunos, los cuales ya no conservo.
      El curso pasó sin pena ni gloria, pues la monitora no tenía apenas formación sobre la materia, pero aprendí las bases para comenzar a estudiar y a realizar tan precioso y versátil arte. Así con todo ello y una gran fuerza de voluntad realicé mas de media docena de tapices, alguno de ellos de grandes proporciones.
    Hace un año estuve matriculado en la Escuela de Arte de Granada en el ciclo de “Tapices y tejidos artísticos”, con una gran decepción para mí, ya no por el arte en sí, sino por el choque con la forma de entender la docencia. Un año casi perdido hasta este momento en que me encuentro con un espejo viejo, muy deteriorado por el tiempo, pero en el que reconozco mi imagen, allí estaba yo haciendo un rapport que nunca llegué a estampar por la mala relación a la que habíamos llegado el excéntrico docente y yo.  Este trabajo me lo recuerda Morris en un escrito muy interesante sobre ello. Ya estaba inventado y estudiado, no era tan moderno como yo pensaba. (1)
         “Las necesidades absolutas de este arte [del diseño de «patterns»] son la belleza del color y el sosiego de la forma; el color se puede obtener por las combinaciones más simples; la forma puede ser sencillamente líneas abstractas o espacios, y no necesita por fuerza tener un significado identificable o explicar una historia expresable con palabras. Por otra parte, para la pureza del arte es necesario que su forma y su color, cuando tienen una relación con los hechos de la naturaleza (como la mayor parte lo tienen) sugieran estas partes y no las describan”.
    
En este sentido, creo que uno de los aspectos más innovadores en la reflexión estética morrisiana es haber asumido el carácter decorativo de la mayor parte de los bienes de consumo, y haberlo hecho aceptando los aspectos más humildes y que menos llaman la atención. Dos cosas son muy importantes, una es la aceptación de una finalidad estética meramente agradable; la otra, haberlo descrito en términos formales, y formalistas, intentando incluso explicar el grado de convencionalización deseable en el dibujo sólo en términos espaciales. Así ocurre en todos aquellos párrafos dedicados a explicar cómo se deben diseñar los estampados. Cuando habla del grado de abstracción del tratamiento gráfico, y de estilización deseable de la forma de los motivos, del peso de la forma y del color, de recursos como el silueteado y el macizado, de la organización de la estructura geométrica y todas las pautas posibles, de cómo se traducen en forma los condicionantes derivados de la manera de colocar y percibir estos estampados; pero mucho más todavía cuando aborda cuestiones como el grado de misterio deseable en los «patterns», aspecto fundamental para él, que lo explica en términos de interés visual o de pregnancia; o como la del significado, es decir, el grado de identificación deseable de las cosas representadas y la explicación de los temas que es conveniente utilizar:
     “ Lo que tenemos que hacer (...) es crear las flores y las hojas que convienen a los papeles pintados, formas que se adecuan de manera evidente para ser estampadas con un molde de madera; encubrir suficientemente la construcción del «pattern» para evitar que la gente cuente las repeticiones, mientras conseguimos calmar su curiosidad por seguirlo; esmerarnos en cubrir equilibradamente el fondo. Si logramos estas dos últimas cosas, conseguiremos una impresión de misterio satisfactoria, que es una característica esencial de todos los artículos ornamentados y que obtenerla en los papeles pintados es tarea del diseñador, pues, como se ha dicho antes, no cae a pliegos, y su material tampoco no tiene ninguna belleza especial que atraiga la vista”.
     La laboriosidad de William Morris le llevaba a implicarse personalmente en todo tipo de trabajos, por lo que era frecuente ver realizar personalmente las tareas de tallar piedra, grabar madera o tejer. Interesantísima imagen representada en mi interior, era yo mismo diseñando y creando, tratando el color, preparando  tintes y tejidos.
    Meses después de esta experiencia con el mundo textil (volvemos a los años ochenta) hice una incursión en el mundo de los tintes y de la estampación en tela siguiendo las líneas orientalistas, este taller dirigido por la granadina Alhambra me fue muy útil y volví a recordar aquellos tiempos el año pasado en el ciclo de arte textil.
     Volviendo a mis días como hacedor de “libros de artista” y pasando por alto mi obra, pues quiero llegar mas lejos, al producto final de estos años, a mi desarrollo como escritor, hecho derivado de esta última faceta creativa de mi vida.
      A partir de la actividad del intercambio internacional de estos objetos, volúmenes o como se les quiera llamar y como forma de pago por tan amable trueque, comencé a crear historias sobre cada uno de ellos, mezclando realidad y fantasía, pero siempre ciñéndome a la pieza recibida, trabajando página por página en alguna de las ocasiones y fantaseando hasta límites insospechados gracias a mis lectores que agradecían cada una de mis palabras.
      Fue muy gratificante esa época, recibía elogios de todas partes del mundo y llegué a tener un puñado de seguidores incondicionales, tal fue así que les propuse un evento, en el cual ellos creaban los libros y yo les ponía el texto. Sólo les pedía el título o una frase con la que yo pudiese sustentar la historia que acompañaría a las páginas ilustradas. Aún sigue vivo el proyecto. El poeta (como ellos me llaman) sigue creando historias para sus creaciones, al igual que Morris, mi personaje polifacético, que cultivó también la literatura, practicó el ensayo y tradujo antiguas leyendas nórdicas. Su obra novelada News from Nowhere (1891) tuvo una gran difusión y es la que mejor resume el pensamiento político y social de su autor.
    En el año 1983 comenzó mi andadura en las artes como educación reglada, me matriculé en un curso monográfico de talla en piedra, estuve unos meses, pero me sirvió para conocer el lugar donde aún sigo después de tantos años y donde he vuelto hasta en tres ocasiones. En aquellos años díscolos de mi juventud conocí a Juan, el maestro de taller que comenzaba su andadura como tal y que ya lleva un año jubilado. Desde ese momento y hasta veinte años después en que estudié cerámica artística y conocí a la escultora Concha aprendí a ver en tres dimensiones, a interactuar con la obra, con la luz, a intimar con la materia y ser capaz de dejarme llevar de la mano de los autores.  Nuevamente me encuentro con él, con William, también le gustaba picar este duro material y dialogar con el.
    Como diseñador y artesano, su obra ejercería gran influencia en el diseño de libros, en el arte de la impresión, en las artes visuales y en el diseño industrial del siglo XIX. Morris diseñó tres tipografías: la Golden Type, inspirada en las romanas venecianas de Nicolas Jenson, y dos góticas, Troy Type y Chaucer Type.
    Las artes del libro siempre me han interesado, sobre todo el grabado calcográfico, así que este fue mi siguiente paso en este maravilloso mundo. Me inscribí en unos talleres de grabado con la famosa artista granadina miembro del grupo “Realejo” Araceli de la Chica y luego con la estampadora Ana Villén, fueron unos maravillosos años, en los que descubrí un mundo muy versátil en el cual me desenvolvía muy bien, doblegando los elementos constructivos a mi placer. Quince años después realicé el ciclo completo de Grabado y Estampación, enterrando desde ese momento mi amor por el aguafuerte.
                                                       



                                                      EPILOGO

       "No quiero el Arte para unos pocos"


    Con esta frase comienzo este final de mi relato, bonita, pero utópica, pues paradójicamente sus productos resultaron asequibles sólo para unos pocos, ya que la artesanía no podía competir con los sistemas de producción industrial, mucho más baratos. Belleza, sociedad y economía debían resolver aún nuevos litigios.
   Como político y pensador tuvo también un sitio en la historia, aunque no fue tan relevante ni viene al caso exponer las mías tampoco.
  
      Ahora bien, desde la perspectiva específica del diseño y de su historia, la modernidad de William Morris, es decir el aspecto más sugerente de su obra, radica precisamente en su manera de enfocar el problema del diseño del producto industrial más allá de la comprensión de las tradiciones artesanales, por lo que, sin embargo, es más conocido.



    1.Ver Some Hints on Pattern-Designing (1881) CW XX11, pp. 176-178. La cita es larga pero divertida: «Take note, too, that in the best art all these and awful things are expressed clear-y and without any V3gueness, with such life and power that they impress the beholder so deeply that he is brought face to face with the very scenes and lives among them for a time; so raising his life above the daily tangle of small things that wearies him, to the level of the heroism which they represent [...] This is the best art [...] yet its very greatness makes it a thing to be handled carefully, for we cannot always he having our emotions deeply stirred that wearies us body and soul; and man, an animal that longs for rest like other animals, defends himself against the weariness by hardening his heart, and refusing to be moved every hour of the day by tragic emotions; nay, even by beauty that claims his attention ove-much [...] Meantime, I cannot allow that it is good for any hour of the day to be wholly stripped of life and beauty; therefore we must provide ourselves with lesser art wich to surround our common workaday or restful times; and for those times, I think, it will be enough for us to do the our daily and domestic walls with ornament that reminds us of the outward face of the earth, of the innocent love of animals, or of man passing his days between work and res as he does. I say, with ornament that reminds us of these things, and sets our minds and memories at work easily cresting them».




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