martes, 11 de junio de 2013

THALICOS Y DIAGUITAS




 Sobre-cito

    




      Se podía leer esta mañana en el periódico Ideal, de mi región:

     “El equipo de la serie de TVE 'Isabel' inicia este martes en Granada el rodaje de las últimas escenas de la segunda temporada y lo hará en algunos de los entornos originales donde se desarrollaron los hechos históricos que se narran, como la entrada triunfal de los Reyes Católicos en la Alhambra, que abrirá el afamado Patio de los Leones a este proyecto audiovisual, o la expulsión de los judíos desde el tradicional barrio del Albaicín.
     Una de las escenas más complicadas se desarrollará en la Carrera del Darro, en la zona baja del barrio del Albaicín, situado a los pies de la Alhambra, donde un equipo de 50 figurantes con carros y sus enseres recreará la expulsión de los judíos.
     Todo el entorno urbano objeto de grabación será decorado y las zonas afectadas serán cortadas al tráfico para facilitar el rodaje”.


     Mal empezaba la jornada, pues llevo unos meses dibujando del natural en esa zona, tan significativa para mí, y que tantas veces he recorrido, dos días enteros que no podría ver la Alhambra desde tan privilegiado lugar, ni comentar mis avances en el boceto con los viandantes, así que solo me quedaba seguir practicando con mi espada de samurai para que el próximo día mi sensei pueda sentirse orgullosa de mis adelantos. Seguía cortando negro bambú de la jungla con mi afilado acero, cercenando y amputando extremidades para conseguir esos ansiados huesos que necesitaba para apilarlos todos juntos en enormes cajas blancas. Era el trabajo encomendado para mi primera semana de entrenamiento en tan noble arte. Además, me había mandado una carta para animarme a conseguir los difíciles y negros objetivos.
     “Estás hecho un "Thalico”, el arquetipo de los artistas sobretodo es el del guerrero, recuerda que tu también lo tienes.”Estas fueron sus palabras, ella cuyo nombre es Kanthaka y que proviene de una leyenda budista en la que significa caballo ágil, musculoso y leal, me dejaba esa nota, y yo proseguía día a día a cortar,  amontonar y guardar todo lo ordenado, además ahora tenía más espacio para conseguirlo en el tiempo ordenado.
     No soy persona de ir mucho al cine, pues me pierdo en mis divagaciones, apenas si escucho a los personajes y sólo presto atención al conjunto de imágenes que van pasando por la pantalla, a su orden y composición, pero hay una frase en una película estadounidense de 1994, protagonizada por Tom Hanks, y llamada Forrest Gump, que dice algo muy interesante, aunque en un principio pueda parecer banal: "Mi mamá dice que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar."
     Curiosamente es así, la vida puede cambiarte en cualquier momento, puede regalarte instantes inolvidables, para luego arrebatártelos de un plumazo, aunque en esta ocasión no fue así, porque en mi búsqueda de la paz interior, y con el fude en la mano, encuentro en mi casa un guerrero, además curiosamente se llama Juan, como yo, o quizá que solo este puesto para saber quien es el destinatario, pero lo cierto es que está aquí junto a mí, mientras escribo, él me mira extrañado, pues vivió en otro tiempo, en otra dimensión, él es un Diaguita. Su nombre, que quiere decir "serrano" y fue impuesto por los incas y tomado luego por los españoles, llamándosele así al un conjunto de poblaciones unidas por una lengua común, el kakán.
     La historia de este pueblo en el actual territorio del noroeste de Argentina puede cifrarse a partir del siglo V cuando se ubicaron los primeros grupos del tipo agricultor y alfarero, que con el transcurso de los siglos, fue desarrollando esa cultura.
     Los españoles comenzaron a llegar desde Perú, a partir de 1550 buscando asegurar la comunicación con los Andes centrales. El pueblo diaguita que era guerrero, y opuso una feroz resistencia en la que participó la comunidad entera. Las "Guerras Calchaquíes" se extendieron por más de un siglo.
     Este guerrero, mi luchador amigo me ha llegado desde Buenos Aires, de la mano de una joven artista llamada Patricia Herbon, y me recuerda que la felicidad está en las cosas pequeñas, en el intercambio y por supuesto en el arte, ese que tanto nos da…
     Mi amigo que ha arribado después de un largo viaje, ese ser que no esperaba y que viene a regalarme unas horas de alegría en mi lucha, estaba plácidamente dormido en una hermosa caja de cartón artesanal, finamente envuelta con hilos de seda y su posición era un tanto extraña, pues tuve que desperezarlo suavemente,  comprobando que estaba plegado como un origami japonés, y sobre su oriental semblante portaba un hermoso penacho de plumas, sus brazos desplegados daban la sensación de querer volar, de intentar abrazarme para infundirme su milenaria sabiduría. Junto a él había una carta destinada a mí, en la que pude leer:

      “UN SUEÑO DE LUZ
     COMO UN AMANECER
     NO PASARÁ AL OLVIDO…

     Esta historia inspirada en un libro de artista, me ha hecho recordar que la vida es sólo un instante y debemos aprovechar cada minuto de ella.
    
    
    

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