sábado, 8 de junio de 2013

TINTA SUMI



                                                    
Sobrecitos / Enredadas 2013



     La carga que soportaba era cada vez mayor, el peso sobre mis hombros me desgajaba el alma, la dificultad por esconder a mi amante me hacía perder el contacto con la realidad, habían pasado más de seis meses desde que comenzamos nuestra  convulsa relación, primero fue tímidamente, apenas unos esbozos, unos escarceos, pero ya que todo terminaba, me di cuenta de mi error, el fin estaba cerca y los dos lo sabíamos, dejamos que pasaran esas últimas horas cogidos de las manos y en silencio.
     La pasión no siempre fue la misma, hubo momentos que tuve que emplear la violencia, hube de doblegar su resistencia, su espíritu, era ella como el hierro, dura, su fría mirada me rompía las entrañas, pero cuando me abrazaba me sentía vivo, hacía que me encendiera como una hoguera, llegó a quemarme la ropa, mi bata ardía, tuve que quitarme la camisa para no arder yo con ella. Era pura llama su ardor, tenía que tocarla con guantes, que rápidamente incineraba llenando de ampollas mis dedos.
     Dos días han pasado desde aquella última tarde, de nuestra ruptura, algo más repuesto del fatal desenlace  me matriculé en un curso de caligrafía Shodo y pintura Sumi-e, necesitaba llenar el vacío que ella había dejado en mi vida, aún conservo las cicatrices en mis dedos, último recuerdo de la dura dama de hierro que forjé en el taller de mi escuela.
     Terminado el curso, el casco steampunk con su daga, esa amante fiel que me acompañó durante el duro invierno, comienzo el aprendizaje del noble y milenario arte oriental, ya todo es sosiego y paz, la luz tenue y la música también, la paz lo inunda todo y el aroma del té llena la estancia como una espesa bruma.
     Rasco la tinta Sumi sobre la piedra Suzuri, suavemente, sin prisa, pues forma parte de la relajación inicial antes de comenzar a deslizar el fude sobre el fino papel, mi profesora Carmen Moreno lleva mi mano sobre el papel, siento el poder de su brazo en mis dedos y así comenzó mi primer día como estudiante de escritura y pintura oriental, ya lejos de los ruidos de los martillos golpeando contra los duros yunques y buscando la paz interior.
      El artista de Sumi-e utiliza sólo tinta negra, presentada en barritas sólidas, que se frotan sobre una piedra plana, mientras se va mezclando agua, hasta obtener la intensidad deseada. Estas barritas son un compuesto de carbón de leña. El arte de esta pintura apunta a captar la esencia del objeto, más que su apariencia, para pintar con el lenguaje del espíritu. No hay arte sin paciencia, porque únicamente  con autodisciplina y concentración se podrá lograr  equilibrio, ritmo y armonía de la composición. Pero no sólo en Oriente se molía el pigmento para lograr la tinta y así plasmar su vida y  su cultura, este pueblo entre otros fue el  Tlacuilo, que significa “que labra la piedra o la madera” y que más tarde pasó a designar a lo que hoy llamamos escriba, pintor, escritor o sabio.
     Estos hombres pintaban los códices y los murales en Mesoamérica. Conocían las diversas formas de representación, así como la mitología. Llevaban registros de la diversidad biológica. Podían trabajar en mercados y templos, según el tipo de actividad para la que se les necesitaran. Después de la conquista española, un grupo de indígenas registró en escritura latina la información de varios códices y anales históricos aztecas. En el Códice Matritense de la Real Academia de la Historia, 1 al tlahcuilo se le define así:

          Tlahcuilo: el pintor

     El pintor: la tinta negra y roja, artista, creador de cosas con el agua negra.
     Diseña las cosas con el carbón, las dibuja, prepara el color negro, lo muele, lo aplica.
     El buen pintor: entendido, Dios en su corazón, diviniza con su corazón a las cosas, dialoga con su propio corazón…


     De regreso a mi casa portando el fude a modo de estandarte, la tinta y la piedra en otra, con mi semblante feliz y preparado para acometer la difícil tarea de aprender a hacer el “hueso” y el “bambú”, me encuentro un bonito sobre conteniendo el arte de los Tlacuilos, este me había llegado desde Buenos Aires, una artista amiga mía, Raquel Herbon me había obsequiado con su maravillosa creación sobre este pueblo, esta obra realizada en papel artesanal bellamente ensamblada con un cordel rojo y pintada con el mismo color que hiciera su pueblo nos recuerda la importancia de este maravilloso y milenario arte:
     EL LIBRO
     LA ESCRITURA
     EN EL ES VISTO
     EL AMANECER
     Y EL RESPLANDOR
     DE UN PUEBLO
      
     Aquí termina mi curso de forja y comienza mi nueva andadura por otros maravillosos y apasionantes mundos.

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