La carga que
soportaba era cada vez mayor, el peso sobre mis hombros me desgajaba el alma,
la dificultad por esconder a mi amante me hacía perder el contacto con la
realidad, habían pasado más de seis meses desde que comenzamos nuestra convulsa relación, primero fue tímidamente,
apenas unos esbozos, unos escarceos, pero ya que todo terminaba, me di cuenta
de mi error, el fin estaba cerca y los dos lo sabíamos, dejamos que pasaran esas
últimas horas cogidos de las manos y en silencio.
La pasión no
siempre fue la misma, hubo momentos que tuve que emplear la violencia, hube de
doblegar su resistencia, su espíritu, era ella como el hierro, dura, su fría
mirada me rompía las entrañas, pero cuando me abrazaba me sentía vivo, hacía
que me encendiera como una hoguera, llegó a quemarme la ropa, mi bata ardía,
tuve que quitarme la camisa para no arder yo con ella. Era pura llama su ardor,
tenía que tocarla con guantes, que rápidamente incineraba llenando de ampollas
mis dedos.
Dos días han
pasado desde aquella última tarde, de nuestra ruptura, algo más repuesto del
fatal desenlace me matriculé en un curso
de caligrafía Shodo y pintura Sumi-e, necesitaba llenar el vacío que ella había
dejado en mi vida, aún conservo las cicatrices en mis dedos, último recuerdo de
la dura dama de hierro que forjé en el taller de mi escuela.
Terminado el
curso, el casco steampunk con su daga, esa amante fiel que me acompañó durante
el duro invierno, comienzo el aprendizaje del noble y milenario arte oriental,
ya todo es sosiego y paz, la luz tenue y la música también, la paz lo inunda
todo y el aroma del té llena la estancia como una espesa bruma.
Rasco la tinta
Sumi sobre la piedra Suzuri, suavemente, sin prisa, pues forma parte de la
relajación inicial antes de comenzar a deslizar el fude sobre el fino papel, mi
profesora Carmen Moreno lleva mi mano sobre el papel, siento el poder de su
brazo en mis dedos y así comenzó mi primer día como estudiante de escritura y
pintura oriental, ya lejos de los ruidos de los martillos golpeando contra los
duros yunques y buscando la paz interior.
El artista de Sumi-e
utiliza sólo tinta negra, presentada en barritas sólidas, que se frotan sobre
una piedra plana, mientras se va mezclando agua, hasta obtener la intensidad
deseada. Estas barritas son un compuesto de carbón de leña. El arte de esta
pintura apunta a captar la esencia del objeto, más que su apariencia, para
pintar con el lenguaje del espíritu. No hay arte sin paciencia, porque
únicamente con autodisciplina y
concentración se podrá lograr
equilibrio, ritmo y armonía de la composición. Pero no sólo en Oriente
se molía el pigmento para lograr la tinta y así plasmar su vida y su cultura, este pueblo entre otros fue
el Tlacuilo, que significa “que labra la
piedra o la madera” y que más tarde pasó a designar a lo que hoy llamamos
escriba, pintor, escritor o sabio.
Estos hombres
pintaban los códices y los murales en Mesoamérica. Conocían las diversas formas
de representación, así como la mitología. Llevaban registros de la diversidad
biológica. Podían trabajar en mercados y templos, según el tipo de actividad
para la que se les necesitaran. Después de la conquista española, un grupo de
indígenas registró en escritura latina la información de varios códices y
anales históricos aztecas. En el Códice Matritense de la Real Academia de la
Historia, 1 al tlahcuilo se le define así:
Tlahcuilo: el pintor
El pintor: la tinta negra y
roja, artista, creador de cosas con el agua negra.
Diseña las cosas con el
carbón, las dibuja, prepara el color negro, lo muele, lo aplica.
El buen pintor: entendido,
Dios en su corazón, diviniza con su corazón a las cosas, dialoga con su propio
corazón…
De regreso a mi
casa portando el fude a modo de estandarte, la tinta y la piedra en otra, con
mi semblante feliz y preparado para acometer la difícil tarea de aprender a
hacer el “hueso” y el “bambú”, me encuentro un bonito sobre conteniendo el arte
de los Tlacuilos, este me había llegado desde Buenos Aires, una artista amiga
mía, Raquel Herbon me había obsequiado con su maravillosa creación sobre este
pueblo, esta obra realizada en papel artesanal bellamente ensamblada con un
cordel rojo y pintada con el mismo color que hiciera su pueblo nos recuerda la
importancia de este maravilloso y milenario arte:
EL LIBRO
LA ESCRITURA
EN EL ES VISTO
EL AMANECER
Y EL RESPLANDOR
DE UN PUEBLO
Aquí termina mi
curso de forja y comienza mi nueva andadura por otros maravillosos y
apasionantes mundos.
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