Aun no era de día, intentaba desperezarme
pero no podía, así que me deje llevar, tanto fue así que volví a quedarme
envuelto en mis penumbras, pero esta vez era un dulce y profundo sopor que me
elevaba mas allá de las nubes, porque realmente volaba, no era un sueño, estaba
sobre el Atlántico a gran altura hasta que baje lentamente para seguir
acurrucado sobre las mansas aguas del Mar del Plata.
Nunca había pisado esas tierras, ni en
sueños, era mi primera incursión de muchas que seguirían, pues encontré la paz
que necesitaba junto a aquellos pájaros que me acompañaron en mi fugaz y
delicioso paso por el charco que une las orillas de Argentina y Granada.
Que bonito era todo, apacible, arrullado por
un tango, aunque no estaba muy seguro si así era, pero el sonido si que era la
machacona música de una bandoneón tocado por algún marinero errante perdido en
alguna cala cercana.
Así estuve horas, no se si días, pues era
difícil discernir algo en aquel estado de embriaguez en que me encontraba Parecía
que ya clareaba algo y del suelo iban brotando flores, bueno aún no sabia si
serian flores, pues realmente la tierra parecía romperse, como si pugnara por
salir algún brote vegetal, se rasgaba la superficie cada vez mas rápido, parecía
que incluso le arrancara algún quejido, pues ciertamente el dolor sería intenso
toda la piel rajada, abierta como una gran herida sangrante.
Después de un rato de observación y estupor
vi que se asomaba algo geométrico, como una punta de lanza, esta crecía a gran
velocidad hasta convertirse en un gran y maravilloso obelisco, y la gran herida
de la tierra se convirtió como por arte de magia en una gran avenida, nada mas
y nada menos que la calle Corrientes de Buenos Aires.
Aquello me hizo recordar que mi gran
amiga Ángela Vadalá me había estado
contando cosas de su tierra, del barrio donde nació, creo recordar que me dijo
que era La Boca. Que preciosidad, como ella fue capaz de llevarme volando por
todo su mundo con unas palabras con un gesto.
Precioso libro, que me ha llegado muy
adentro por la expresividad y su riqueza de sentimientos. Muy cuidado y
sensible.
Muchas gracias Ángela Vadalá por tu
obsequio y por tu gran humanidad.
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