miércoles, 20 de marzo de 2013

TODOS ESTOS AÑOS FUERON COMO UN DÍA









Benn
1905 . 1989
"Toutes ces annes furent comme un jour"
Y debajo, en una lápida más pequeña:
"La peinture c’est la vie”
"Ma vie c’est la peinture"
     Esto es lo que me encuentro en un blog de un artista español, y  que paso a traducir inmediatamente: Benn 1905. 1989 " Todo estos años fueron como un día " debajo, en una lápida más pequeña: " la pintura es la vida " " mi vida es la pintura”.
     Me quedo helado y rápidamente me pongo en contacto con el autor de la página, su nombre es Lorenzo Forné y me comenta: “Entiendo que sabes donde está el Cementerio de Montparnasse. La lápida, como se puede ver en la foto, estaba por la parte central del cementerio, ya sé que esto no es decir nada pero creo recordar que era por aquella zona por la que también me encontré con la tumba de Julio Cortázar”
     Con estos datos me quedo y busco más información acerca de mi hallazgo, puesto que me ha resultado muy interesante y me topo directamente con la Escuela de París, que fue un grupo heterodoxo de artistas que trabajaron en París en el periodo de entreguerras (1915-1940) En ella hubo una gran diversidad estilística, sirviendo para englobar a artistas de difícil clasificación. Sin embargo, la mayoría estuvieron vinculados en mayor o menor medida al expresionismo.
     Me siento entusiasmado con la madeja que estoy descubriendo gracias a esta extraña lápida, unos artista englobados en esta escuela y que ya desde este momento adoro como si de un tótem se tratara, ya que todos y cada uno de ellos me llevan por mundos maravillosos, esos mundo en los que vivo, en esos que habitualmente lloro, sufro y disfruto. Lugares de acción, de devoción, pero también de angustia y dolor, mundos desolados y tristes. Inhóspitos para el resto de los mortales, pero muy vivos para mì, son mis paisajes, los lugares por donde transita mi vida y mi existencia, es allí donde moro, desde donde escribo, pinto y estudio, es mi jaula, mi extraña vida se desarrolla allí, la vida de eso hombre indescriptiblemente apasionado con todo lo que hace hasta el siguiente segundo, que es donde ya comienza a odiar lo creado, lo construido…
     Estoy extasiado con lo que leo, pues el término engloba a una gran variedad de artistas, tanto franceses como extranjeros, que residían en la capital en el intervalo entre las dos guerras mundiales. En aquella época París era un fértil centro de creación y difusión artística, tanto por su ambiente político, cultural y económico, como por ser el origen de diversos movimientos de vanguardia como el fauvismo y el cubismo, pero sobre todo por ser el lugar de residencia de grandes maestros. Que tiempo más hermoso debió ser ese, vivir en ese crisol de arte y cultura, que seguramente no estaría tan cerrado como son los actuales, aunque si  hubiese pertenecido a esa época nunca los hubiera conocido, por mi incapacidad de relacionarme durante mucho tiempo con nadie.
     Yo y mi forma de ver e interpretar la vida hace que me sea imposible mantener amistades, ni siquiera con artistas cercanos, a lo más que llego es a cartearme con ellos y así escribiendo, todo es más meditado, más pausado, siendo las interpretaciones también más abiertas, con más escapatorias, pues no suelo decir las cosas tan directamente para así no herir a nadie, pues las más de las veces escribo para mi, como terapia vital. Las metáforas lo inundan todo para que yo y nuevamente yo pueda flotar sobre esas aguas turbias sin miedo a ensuciarme con mi torpe verbo.
     Esa tumba, ese epitafio me ha hecho escribir estas líneas aprovechando este momento de entreguerras personales .En estos momentos de dudas con respecto a mi última obra, de mis inconclusos “peces solubles”. Ya llevo varias semanas esgrafiando sobre la pintura, raspando y retirando lo que alguien pegó en su día, liberando su masa para que floten sobre las azuladas aguas, que pueda elevarse hacia ese cielo que mira desafiante, mis peces se sienten atrapados en la tela de araña que tejí sobre ellos, esa red que me atrapa y me ahoga no los deja que sean libres, nos mantiene unidos hasta el momento final en que ellos puedan liberarse y nadar finalmente hacia su propia eternidad, que se sientan capaces de comenzar una nueva vida en la que yo ya nada tendré que ver. Mis queridos compañeros de viaje, esos fríos y apelmazados azules ya no volverán a estar unidos a mí, ellos nacieron para ser libres y por ello mantenemos esa feroz lucha desde el mismo instante de su nacimiento. Ellos se crearon así mismos con la ayuda de mis manos, se pintaron y finalmente se separan de mi con los cortes del afilado bisturí que porto diariamente, ellos me guían con precisión de cirujano para que pueda separarlos sin sufrir el menor daño.
     Espero y deseo terminar mi obra con el menor daño posible para mi persona y los que me rodean, esos animales pronto serán una nueva estampa que adornará una pared, otro amor abandonado a su suerte, es la triste vida de lo creado a mi imagen y semejanza, es el triste destino de mi obra.
    Comienzo la historia en un cementerio, con un epitafio y la termino con una cita de Vincent Van  Gogh: “Sueño mis pinturas y luego pinto un  sueño”.              
                                                              
    
    

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