lunes, 24 de septiembre de 2012

CADIZ EN LA MEMORIA


  CAPITULO I


EL MERCADO DE ABASTOS


       Abro mis asombrados ojos y veo el mercado, realmente era “el mercado”, incomprensiblemente habían pasado más de cuarenta años y yo estaba allí, él estaba allí, casi nada era distinto, pero realmente los cambios fueron apareciendo poco a poco, según se acostumbraban mis viejos ojos al lugar, a esa nueva dimensión donde me encontraba.
   Estaba echado de espaldas sobre un costado del mercado, frente al edificio de Correos. Curiosamente, o quizás no tanto, el quiosco que se alzaba ante mi era el que en su día tuvo la familia Rincón Fossaty, heredado por Pedro (Perico) a la muerte de su madre.
    Todo era un poco irreal, puesto que en el tenderete no colgaban juguetes de plástico, ni era una desastrosa casita de madera pequeña junto a muchas más de similares proporciones y color. Aquel quiosco era como cualquier otro que pudiéramos ver en nuestra ciudad, de un marrón neutro y estaba cerrado, además ya junto a él no había más, sólo un pequeño arbolito que no llegaba a crecer ni a dar un mínimo de sombra en aquel caluroso día de verano.
   No había el bullicio que recordaba, tampoco vi los puestecitos de tebeos de segunda mano ni vendían fichas de ajedrez sueltas (de madera y muy usadas por supuesto). Ni siquiera pude reconocer los olores, eso que tanto busco en los lugares añorados. Sólo tres “perros flautas” que estaban a nuestro lado se podían oír a nuestro alrededor, se contaban sus miserias mientras bebían un litro de cerveza en vaso, cada uno el suyo, cosa que me extrañó sobremanera.
   Todo estaba siendo recompuesto por mi deteriorado cerebro, poco a poco se hacía de día en la retina de mis ojos, la única realidad, (que ya era algo) es que estaba en Cádiz, ya no con mis padres y hermanos, que en aquellas ocasiones éramos tres, aunque ahora somos más en el sentido aritmético, pero estamos menos en el más amplio sentido de la palabra. Tampoco cogeríamos mas el barco para ir a Canarias de vuelta de las vacaciones.Ya mi padre nunca más podrá estar allí conmigo, pero bueno, todo se andará y algún día yo tampoco estaré dibujando ni tomando copas en el mercado, en el bar Merodio y aledaños.
    Dibujaba distendidamente sentado en el suelo, como me gusta, habíamos comido mi mujer Conchi  y yo en la Plaza de las Flores, era mi quinto boceto del día y hacíamos hora para ir a la Caleta que sería la próxima concentración del grupo en que me encontraba, pues estaba en una “sketchcrawl” CRONISTAS DE LAS DOS ORILLAS. Encuentros de dibujantes en Septiembre: Cádiz y Assilah.








   CAPITULO II

LACATEDRAL DE CADIZ


   Comienza mi relato sobre la experiencia de ser un dibujante rápido, de intentar congelar un momento en un solo trazo, de hacer sentir lo que yo he visto y sentido, ese latido  especial que todos queremos recordar y deseamos conseguir según nuestra forma de expresarnos, de crear y de plasmar nuestros sentimientos y anhelos.
   Habíamos llegado un día antes a Jerez de la Frontera, lugar privilegiado y tocado de la mano de Dios por la calidad de sus vinos. Lugar donde estuve hacinado durante más de un año en mi servicio militar, lugar donde me destrocé mi húmero de por vida y lugar desde donde me había desplazado para experimentar lo que se siente dibujando en grupo, con horarios y objetivos.
   Estaba preparado, había estado muchos días dibujando en la plaza de la Catedral de Granada (las Pasiegas), intentaba captar a la gente en movimiento, conseguir hacer un dibujo rápido y expresivo como ellos hacen, aquí no vale la síntesis como yo la concibo, aquí el fuego es real, como en la guerra. Lo que es, debe parecerlo y así se debe ver.
   Llegamos una hora antes de lo acordado, pues debíamos viajar en el tren y este tarda tres cuartos de hora. Nos dispusimos a buscar localizaciones y me atreví a hacer algunas mediciones sobre las proporciones, que finalmente (por supuesto) no me sirvieron.
  Fuimos a desayunar, me tomé un maravilloso vino “cream”, cosa que supongo pudieron luego detectar mis compañeros por su exuberante aroma, pero esos vinos me resultan irresistibles y con ello ya estaba dispuesto a mi nuevo desafío, ser uno de ellos, a sabiendas de mi desventaja en calidad y velocidad.
  Estábamos muchos reunidos en las escalinatas de la Catedral, era todo un poco extraño, por suerte aún no hacía calor, incluso en la sombra hacía algo de frío, supongo que era por el nerviosismo del momento, pues yo debía de presentarme, nadie me conocía físicamente, ni de ninguna otra forma (supongo).
  Pregunto a unas chicas y me presento, efectivamente era el grupo, allí estaban llegando más a cuentagotas, tuvimos que esperar bastante. Cuando llegó la única persona que conocía físicamente, por las fotos colgadas en su página, me presenté y muy cordialmente me saludó, diciéndome,”hombre, por fin veo tu cara”. Ella era Inma Serrano, gran dibujante y mejor “sketchcrawl”, no en vano es profesora de dibujo y una maratoniana en estos asuntos de las libretas.
   Conseguida mi libreta me dispongo a dibujar con la excusa de mi lentitud en mi forma de trabajar, insisto porque además es cierto, me siento en las escaleras de la mole, un lugar que ya había elegido y que no quería que me quitaran. Mido poco y mal, pero mido y comienzo a montar mi escenario.
     Para mi es fácil, es hacer lo mismo que he hecho otras veces. Así fue, era repetir lo mismo que ya sabía, no hubo diferencia, era todo tan fácil, podía haberlo previsto todo, si, casi podía hacerlo con los ojos cerrados, sólo eran unas torres, unos arcos y algunas ventanas, incluso había pocas columnas. Perfecto, todo era igual, me dispongo a completar el puzzle y como siempre nada encaja en su lugar, nada esta proporcionado y el conjunto da asco, el problema es que no tengo ni tres ni cuatro semanas para arreglar el desaguisado conseguido, así que borro; ya ni mido, pues como es dibujo rápido todo vale y tengo que hacerlo, todos están trabajando, todos saben hacerlo, tengo que morir en el intento si fuera necesario.
     Sólo tenía hora y media para hacerlo, ya lo estaba sombreando con tinta, había ensayado con mi pincel fuente y la maravillosa tinta china artesana que tenía, regalo de mi profesora de grabado Paqui Salinas, ya todo estaba hecho, después de esto la goma ya no era válida y además me encuentro que me comenta Conchi que todos están ya con un segundo dibujo de la Catedral. ¡Horror! pensé, tengo uno y malo, corramos a la siguiente posición, por suerte estaba libre y en la sombra, puesto que desde hace unos años tampoco me puede dar el sol. Así que rápidamente me senté en el suelo, en una parte menos sucia, que al parecer no lo era tanto, puesto que durante todo el día llevé las referencias de ese lugar.
    Comienzo muy bien, la posición me gustaba y el sol estaba escondido tras una densa cortina de nubes, que lógicamente se apartaron en cuanto tenía el dibujo abocetado, tenia que terminarlo, pues el tiempo como casi siempre iba en contra mía. Sin pena ni gloria lo culmino a duras penas y con grandes pinceladas de tinta y de sudor, pues el astro rey desde ese momento me castigó duramente, ya todo fue calor y mas calor, aunque sólo lo supe después, pues mi mente, mi cuerpo y mi corazón estaba en mi único objetivo, no quedar mal ante mi mujer, ante el grupo y sobre todo ante mi mismo.
    Finalmente concurrimos todos a las escaleras principales, nos hacen las fotos pertinentes y comienzan algunos conatos de conversaciones entre los compañeros de alrededor. Mi recuerdo no va más allá de una rápida y frustrante mirada a los trabajos y el rechazo a la posible comparación, con lo que me fue difícil entrever más de dos o tres dibujos, todos ellos de gran calidad y profesionalidad en la factura.
    Nos vamos a la Plaza de las Flores  y se separa el grupo en dos, pues una parte dibujará entre ella y el mercado y el otro irá a la torre Tavira y luego se cambiaran, yo le comento a la organización mi deseo de quedarme en la plaza de abastos para realizar los dos bocetos obligatorios y nuestra decisión de no acudir a la comida en común en el establecimiento “El Candil”. Con esto nos despedimos, nos vamos al Merodio y me tomo dos copitas de vino fino antes de acometer la difícil misión que me había propuesto de antemano, que era la de plasmar el alma del mercado, pero con mis propios fantasmas.




   CAPITULO III


INTERIOR DEL MERCADO


   Estoy dentro, ya sólo me queda buscar una sombra, un sitio despejado y con una buena perspectiva del lugar y sus gentes, no es fácil, pero tampoco tengo demasiado tiempo, así que escojo un banco del interior y una buena vista de las antiguas columnas que aún conserva el recinto.
   Rápidamente me pongo a recortar mi espacio visual y a plasmarlo en el cuaderno, parece que todo va bien, me abstraigo a mi objetivo y no veo nada más, dibujo, dibujo y dibujo, es todo lo que hago y era mi único objetivo, hasta que veo frente a mí al cámara que había llevado la organización, Conchi hacía crucigramas junto a mí y salía de vez en cuando a dar una vuelta, a fumarse un cigarrillo y a hacer fotos de los compañeros, aunque sin éxito en esta ocasión, puesto que no encontró a nadie, ni siquiera a Inma, que decía haber reservado una plaza en él, pues según sus propias palabras le gustaba el “bullijeo”, ya se habían ido todos
      Se acerca el operador a mí, y recoge algunos momentos de mi desesperado dibujo, luego me comenta “ ya verás que chula queda la toma cuando la pongamos al 200%, será un dibujo súper rápido” asiento y con ello nos despedimos, no sin antes decirnos que en la tarde sí que pasaríamos calor en la Caleta.
    Pasado un tiempo le pido a mi señora que fuera a por una copita de vino fino al bar que teníamos en frente, cosa que no pudo hacer por la imposibilidad de beber fuera de su propia terraza.
   Termino este segundo apunte y nos trasladamos a la plaza de las Flores, donde realizamos nuestra comida, compuesta de una fritura de pescado gaditana, regada con media botella de manzanilla de San Lucar y cerveza.





CAPITULO IV


LA CALETA


     Nos dirigimos hacia la playa a encontrarnos con nuestros compañeros, pero no vemos a nadie, me reintroduzco en la arena y no veo a nadie dibujando. Salimos al paseo y le preguntamos a un policía municipal si había visto al grupo, como era muy numeroso y especial, no era fácil pasar desapercibido, pero sólo fue capaz de decir que a él no le habían informado de nada. Seguimos andando y ya en el balneario decidimos quedarnos a dibujar aunque no viéramos a nadie, puesto que debía presentar otro dibujo y no podía perder tiempo, os recuerdo que hacía mucho calor y la humedad era extrema, sobre todo después de comer y bien beber.
    Allí bien rebozado en arena, sudado y eso que me había cambiado de camiseta, de esas que yo pinto y casi nadie repara en ellas, hago dos nuevos esbozos, ya estos con gente en la playa, relajados y tranquilos a estas horas de la tarde y con un sol de justicia.
   Terminado el trabajo y con los pies llenos de arena salimos a intentar localizar al grupo de artistas en el cual estábamos inscritos, ya llevábamos los deberes hechos, aunque sin poesía y sin poder saborear el maravillosos momento que debió haber sido, nos encontrábamos solos y no le veía el autentico sentido de todo aquello que tanto había soñado.
    Nos sacudimos en la medida de lo posible la arena y la desilusión y acto seguido nos dispusimos a buscarlos y poco a poco empezamos a ver al cámara, que fue el primero y por suerte muy amable con nosotros, y poco después vimos ya a alguien de la organización, que Conchi recordó que se llamaba Catalina, ella estaba dibujando también, nos dijo que el punto de reunión era ese donde ella se encontraba y ya no acertó a decirnos más, pues estaba inmersa en la representación de un quiosco de helados, creo que en un estilo minimalista.
   Poco a poco fueron llegando los compañeros, con alguno intercambié alguna palabra y finalmente me puse a dibujar allí mismo como estaban haciendo todos, un poco por no hablar con nadie, un poco por hacer los que todos hacían. Sólo una chica habló algo más conmigo, aún no sé su nombre, pero ya habíamos intercambiado unas palabras en las escaleras de la Catedral.
    Se hicieron la foto con sus libros antes de irnos y comenzaron el camino hacia el castillo.







CAPITULO  V


CASTILLO DE SAN SEBASTIAN

     De camino al  siguiente lugar de dibujo se aparta del grupo un hombre alto, afable, con sombrero de paja, ya antes de llegar a nosotros recordé unas palabras que había leído referidas a un artista cuyas obras había visto días antes en La Alhambra, este pintor era Sorolla, y me resonaron estas palabras, las cuales transcribo a continuación : El profesor Felipe Garín ha resaltado cómo en sus autorretratos Sorolla dejó entrever su carácter modesto, tímido e introspectivo y ha asegurado que "en ellos conjugaba perfectamente su faceta de creador profesional con su condición de un hombre perteneciente a una clase social poderosa".
     Mi Joaquín Sorolla resultó ser  Don José María Lerdo de Tejada, allí estaba desplegando su afabilidad con nosotros, pipa en mano y una gran sonrisa bajo su sombrero, nos enseñamos nuestros cuadernos y comentamos nuestras hazañas como escritores de arco iris y repartidores de sueños, así estuvimos hasta la mitad del camino del Castillo, que tuvo que quedarse a esperar a su prole, pues le acompañaban su señora, su hija y un pequeño y precioso nietecito, que sepamos, pues fueros los que en ese momento estaban allí.
     Continuamos el resto del camino solos, aunque acompañados por la punta de lanza del equipo de creadores y claro, por el aroma limpio y claro del Océano Atlántico. Cuatro gaviotas escoltaban el camino, cuatro gaviotas posadas en formación militar en la caseta de piedra que está a la mitad del camino hacia la magnífica mole del Castillo. Ese mar que sabe distinto, que te impregna mucho más profundo fue testigo mudo de este encuentro. Allí nos dimos la vuelta, pues nos dijeron que ya no dibujaríamos en el fortín.
   Ya a la vuelta nos volvimos a encontrar, me pidió mi dirección electrónica para tener más relación en un futuro y comentó la posibilidad de hacer un encuentro con los acuarelistas de Granada en el Carmen de la Victoria para el mes de Febrero.
   Allí quedó mi primera experiencia como “sketchcrawl”, allí quedaron mis compañeros plasmando, pues al final resultó que si que dibujarían y harían la última foto con todos los cuadernos, allí deje un sueño y una realidad, allí se quedaron mis fantasmas, en ese trozo de piedra esculpido a golpe de mar.







        EPILOGO



    El resto del viaje fue como empezó, unos agradables paseos o visitas esporádicas a los tabancos para degustar los maravillosos caldos de la tierra y un punto de inflexión en el camino, un hecho importante y maravilloso que nos ocurrió al día siguiente durante la visita a la iglesia de San Marcos, percibimos que habían conectado el compresor que da vida al órgano, una maltrecha pieza del siglo XVIII, rápidamente nos sentamos, estábamos solos y sobre nosotros se alzaba una maravillosa bóveda estrellada de estilo Gótico. Comenzó a respirar el animal que había estado dormido, y suavemente comenzaron a brotar tímidamente las primeras notas de Canon, de Pachebel, desde ese momento nuestros corazones se llenaron y nuestros pulmones respiraban al son de las fascinantes ondas que inundaban la nave, así estuvimos en silencio y compartiendo con nuestros fantasmas ese especial momento que nos regalaban para culminar este viaje.

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