martes, 25 de septiembre de 2012

EL FINAL DE LA COPA

        Nunca veo el futbol, nunca me gustó por eso creo que os parecerá raro que hable de una final, esta era diferente a todas, me refiero a la copa por supuesto, estaba bebiendo en mi copa de balón brandy español, catalán para ser mas exacto. Repasaba las marcas que había en la copa. Ya solo tomaba una, en muy contadas ocasiones repetía y cuando esto pasaba repetía y mucho.
    Sobre el cristal traslúcido podía ver las marcas de labios, de regueros de saliva entremezclados con los ríos tenues de la melaza en que se estaba convirtiendo el último trago de Torres 10. El vapor interior del recinto hacia que escurrieran finas gotas de agua que alcanzaban nuevamente el liquido ayudándolo a recobrar su estado primitivo, aunque cada vez era mas oscuro y dulce.
    La mano caliente envolvía el suave cristal de bohemia aforrándolo con tal fuerza que ya tenía los dedos dormidos, miraba la televisión, como siempre no sabía que estaban dando, supongo que eran imágenes en movimiento, un repertorio de hiriente luz y color, para adormecer las mentes de lo débiles.
    Sabia que debía de tomar ínfimos sorbos, posiblemente seria la ultima copa, estaba cerca ya el final de la botella y difícilmente podría seguir reponiendo aquello que se estaba acabando, la bodega la había vaciado demasiado pronto sin percatarme de ello. No se veía bien en ella, algo hacia que al entrar en ella se nublara todo, la luz tan pobre y las paredes oscuras para salvaguardar los caldos que habían puesto allí para mí hacia imposible saber cuando llegaría a tomar el último sorbo, pero aquello se veía vacío, no podía haber mucho más. Donde antes descansaban maravillosos caldos ya solo había telarañas y polvo, el paisaje era fantasmagórico y desolador, me apresuraba siempre a aferrar la botella fuertemente y salía corriendo de la lúgubre estancia, siempre cerraba la puerta de un golpe fuerte, debía de olvidar ese momento y disfrutar de mi nueva botella; aunque con el paso de los años los sabores habían mutado, ya las mas de las veces eran amargos, ácidos, estaban llenos de podredumbre de despojos de los propios frutos con que habían sido destilados.
    Pasaba cada vez mas tiempo sin atravesar ese dintel, pero en la siguiente visita la estancia parecía mayor mientras que mi casa se estrechaba, se achataba. Algo estaba pasando y yo me resistía a reconocerlo, aquellas copas se estaban acabando, el dulce momento del descanso con el cristal en la mano ya no era solo sino un puente tendido al último y amargo sorbo. Algún día sabía que no podría salir más de la bodega, estaría tan borracho que no encontraría la última botella, ya sin ella estaría todo definitivamente perdido, el vidrio se secaría hasta cuartearse y convertirse en un polvo dulce que alimentaria una nueva legión de ácaros sin denominación de origen.
    Este último agridulce sorbo espero que cuando llegue lo disfrute con deleitación y que el sopor cierre mis ojos suavemente y relaje mis músculos hasta que caiga mi copa y ya ni el estrepitoso sonido de los cristales rotos me despierte.

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