lunes, 24 de septiembre de 2012

EL JARDIN DE LAS COMETAS


      Parecía Otoño, las hojas estaban deshidratadas, amarillas y esparcidas por el suelo, no se oía ningún ruido de animales arrastrándose sobre el entramado de vegetales agostados, pero había algo que no encajaba, el calor era asfixiante, seco y muy perpendiculares eran los rayos de luz que caían alcanzando e hiriendo mis ojos. Aquello me hizo despertar de mi somnolencia, estaba en un tercer piso, era mi terraza y la vegetación agostada eran mis macetas.
    Volvían a morir mis plantas, era un bucle que se repetía cada año en el verano, cuando me ausentaba por mis vacaciones estivales.
     La espiral esa en que nos movemos, es un símbolo que estaba muy presente en la cultura celta, encarnaba el crecimiento, el nacimiento y la expansión de la conciencia, de la vida, esa que había dejado de existir en mi casa.
    Nuevamente debía de regar e intentar hacer renacer algunos brotes de mi verde vergel, aquel que alegrara tantas mañanas mientras las rociaba, cuando salía a tomar un sorbo de aire fresco para continuar mi tarea diaria, cuando me paseaba con mi taza de humeante té en los días de lluvia.
    Allí se encontraban las hojas que habían caído de mi jardín, del libro que cada año escriben los nuevos brotes, del libro de mi vida y del libro que portaba en mis manos, allí se mezclaron las hojas y flores secas de dos árboles distintos, de dos lugares muy apartados, pues una bonita niña jugando con su cometa había hecho llegar a mi terraza ese trozo de su bosque, había puesto en su volantín un librito lleno de espirales que hacían que las hojitas y flores se agitaran dándome un maravilloso festín de colores.
    El fascinante objeto había llegado desde  tierras lejanas, sobrevolando el Atlántico y llevando un mensaje “mi destino es errante”. No ha cumplido su cometido, ni lo cumplirá, pues llevaba mi nombre escrito y a mis manos ha llegado. Esos caracoles después de errar por tierra y mar han hecho que pueda disfrutar de este maravilloso libro hecho con gran dulzura, por una mujer que con sus propias manos ha elaborado la texturada celulosa  logrando un tacto cálido y suave que estoy disfrutando en estos momentos.
    Estas hojas que se han mezclado en mi jardín ya han logrado unir los dos continentes en uno solo, ellas que llevan en la migración su esencia como bien me recuerda mi amiga Raquel Herbón desde Buenos Aires Argentina. Mis cultivos ya nunca serán los mismos, pues el mestizaje hará de ellos un nuevo bosque más fuerte y humano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario