jueves, 27 de septiembre de 2012

Libro de Sodi Gabriela

     Después de haber descansado toda las noche, después de haber reposado la larga y dura semana, después de haber visto la cara de mi profesor de edición de arte Manuel Magán cuando sacó un librito de su sobre, el primero que puse en la cajita, una cajita que dulcemente prepare para que pudiera deleitarse con mi pequeño tesoro.
     Había colocado ese libro el primero, quería ver su cara, su expresión, intentar sondear el hierático rostro de mi amigo, quería escudriñar sus sentimientos cuando abriera el maravilloso regalo para sus ojos que yo le ofrecía.
     Pasaba lentamente las hojas, tocando, oliendo, sintiendo la dulce mano de mi amiga Sodi Gabriela que desde tierras lejanas me ofrecía su dulce trabajo sutilmente envuelto en un halo de magia y fantasía, de lejanos mundos por conquistar, de corazones hambrientos. Era un mundo sin fronteras, un mundo abierto en el que las distancias se habían reducido a un corto espacio de 10X10.
     Pocas horas después, ya de mañana, con la mirada relajada, con la mente abierta a nuevas cuitas, me encuentro un mensaje de Cuernavaca (cuanto evoca ese nombre.            
     Películas de western, que viéramos en nuestra juventud, de grandes y verdes praderas, de suaves cabalgadas de caballos guiados por sus jinetes). Que bonitas palabras, que ilusión contenida. Estaba nuevamente en lo alto de la nube, en la luna azul que me envolvía desde hacia varias semanas.
      Gracias Sodi Gabriela por tus dulces y emotivas palabras, gracias nuevamente por trasmitirme tan sutilmente tus emociones y sobre todo gracias por incluirme en tu selecto grupo de amigos.

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