miércoles, 26 de septiembre de 2012

VIRGEN DE LOURDES (FRANCIA)




                Hace unos días o quizás años, no se realmente, el tiempo ha pasado tan rápido, bueno lo importante es que estaba en Lourdes de visita laica, paseaba por esa ciudad sin ninguna sensación de misticismo, miraba escaparates, observaba a las personas en su deambular, la mayoría de mucha edad, de todas las razas y muchas, muchas religiosas con bufandas azules de algún acto religioso al que habían acudido, sus ropas de todos los colores, sus piernas tapadas con gordas y tupidas medias y zapatos de todo tipo. Sus cabezas agachadas me hacia imposible escudriñar sus ojos su mirada no estaba disponible para la vida mundana.
   Allí estaba yo paseando con Conchi, intentando desentumecer nuestros cuerpos después de varios días de viaje, hacia frío, el hotel contratado dejaba mucho que desear a pesar de sus estrellas y la comida de pena, así que solo quedaba pasear e imbuirse en el ambiente religioso limpio (estábamos en lugar sagrado y en la montaña) y muy silenciosa, la muchedumbre avanzaba despacio callada, con grandes velas en sus manos, velas largas de color azul celeste en el extremo inferior. Empleados de todas razas iban retirando la cera perdida para volver a fundirla y hacer nuevas velas que luego venderían para volver a recoger la espelma y volver a repetir todo el proceso.
     En unas pancartas portadas por gente estaban imprimidas las frases “prohibido hablar” y “prohibido teléfonos móviles”, en varios idiomas y sus respectivos pictogramas, se paseaban por todo el recinto lentamente, casi arrastrando sus pies cansados, mientras los visitantes con vela en mano pasaban por los grifos de agua milagrosa para tocar, beber y llenar sus respectivas botellas, esto gratis, totalmente gratis, esto si que es difícil o imposible en estos días en que vivimos, todo este despliegue de servicios sin coste alguno para el visitante, solo las velas se pagaban, pero nadie controlaba cuanto dinero depositabas por las velas que retirabas.
     Después de pasar por el agua  y las velas llegamos a la gruta donde a Bernadette se le presentaba la Virgen, el agua brotaba por el lugar sagrado y las piedras rezumaban el liquido milagroso que era tomado por las manos de los peregrinos para pasarlo por sus caras y brazos, personas con miradas perdidas, calladas muy calladas, andares calmos y expresiones compungidas, distantes los pensamientos. Un momento de recogimiento para todos, salí de allí pensativo, distante y en silencio, llega a ser un momento especial, no por lo que hay, sino por lo que sientes de las personas que te rodean.
    En lo alto está el poder del dinero, la grandeza expresada en papel moneda, maravillosas construcciones, en las que hay gran profusión de oro para demostrar que Dios es el poder y la Gloria. Estancias forradas de agradecimientos esculpidos en mármol y seguramente pagadas con algún tipo de magnífica limosna por los favores concedidos por la magnánima Señora.
    Al bajar nuevamente a la parte mundana, al mundo de los vivos, estaban los que pedían por sus almas y sus cuerpos y el de sus allegados, nos encontramos con el drama. Un drama humano en el que los protagonistas estaban en gran procesión de “voitures bleues”, que son unos carros azules con capota, tirados por voluntarios uniformados, para llevar a personas discapacitadas a visitar las instalaciones y luego pasar a bañarse en las aguas purificadoras y milagrosas de la Gruta.
     Días después, y al llegar a mi casa, me encuentro nuevamente esa masa ingente de personas, miles, millones de personas, solo que esta vez no iban uniformadas, ni tiraban de carros, ni siquiera llevaban la misma dirección, era “la ciudad”, una ciudad que había llegado desde Argentina, y que al abrir el buzón salieron todos los habitantes de Chacabuco en tropel inundándome de su olor, de sus voces, de sus gritos y sollozos. Así que solo me quedó hacer lo mismo que hace mis amiga Rosa Gravino, “la transito, la respiro, me nutro de sus cosas y su gente. Me atraviesa”.
    Maravilloso libro que he recibido cuando ya esperaba pocos, aunque aún me faltan por llegar cinco. Un fuerte abrazo amiga y espero que te haya gustado el relato que me ha invitado a rememorar tu obra.

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