miércoles, 26 de septiembre de 2012

NATURALEZA MUERTA



     
    Fue como un rayo,  un gran relámpago que me cegó, quedo todo iluminado, haciéndose el día sin mi precioso amanecer que tanto anhelaba, pero pronto me percate de mi error, ésa luz cegadora correspondía a un gran cataclismo, pues segundos después oí el atronador rugido de las entrañas de la tierra, el estremecedor sonido del dragón que duerme placidamente en el corazón de nuestro planeta, era la tragedia que escondía la noche estrellada y esplendida que disfrutaba yo después de una larga cena conversando con todos mis amigos. Porque ese día conseguí reunirlos a todos.
    Había demasiados incluso diría yo, ¿como era posible que cupiera tanta gente en aquella estancia mitad al aire libre mitad protegida por un enorme y desvencijado toldo que antaño fuera de listas y que ya lucia pardo, incluso blanco donde ya los hilachos colgaban y se dejaban mecer por la suave brisa que en aquel preciso instante dejo de soplar.
      Me quede helado, incluso tenia esa sensación de vacío de soledad que últimamente me asaltaba y no me dejaba concentrar en las tareas cotidianas de un hombre de mi edad.
    Aquella muchedumbre que parecía absorta en sus cuitas, no presto atención a ese cúmulo de sucesos encadenados que estaban ocurriendo a nuestro alrededor, sobre nuestras cabezas, bajo nuestros pies, era extraño, parecía que solo yo estuviera vivo, ellos parecían quietos muy quietos para la cantidad de alcohol que habíamos ingerido desde ya muy temprano y que había causado ya algún altercado entre ellos, pues la diversidad era tan grande que cualquier charla por banal que fuera desencadenaba tal cantidad de opiniones y grupos de debate que terminaba mal, incluso hubo algún conato de pelea mas allá de lo puramente argumental, pero sin que llegara a mayores.
     La temperatura bajo muchísimo de golpe, aquello si que me extraño muchísimo, pues si estábamos viviendo algún tipo de cataclismo,  lo normal es que sintiera calor por el incendio que debía de haber muy cerca y que podía ver y sentir desde mi sillón junto a la mesa de las bebidas.
    Después de unos minutos en la misma posición esperando algunas reacción de los asistentes, pude comprobar con gran estupor, incluso con miedo, que nada había cambiado, todo seguía igual parecía que estaba viviendo dos realidades, y digo realidades, no lo que acostumbro a vivir, ya sabéis mi mundo interior y algunas veces incluso el exterior. Esta vez eran dos realidades superpuestas en la que yo estaba presente en cada una de ellas, con la salvedad de que realmente mis amigos estaban ordenadamente según el juego del ajedrez, mas bien según alguna estudiada estrategia que debí haber usado con ellos y que ahora recreaban para mi, con sus ropas medievales y sus caras, bueno sus caras ahora que me fijo son blancas, un blanco marmóreo y en sus cuencas vacías no había ojos, solo oquedades oscuras tristes y malolientes oquedades. Aquello empezaba a inquietarme, ya solo  quería aferrarme a la otra realidad que aun estaba viviendo y que parecía que quería desparecer, esa realidad era…. despareció, realmente ya no estaba, y lo peor era que no podía recordar que había en ella, me la habían quitado y borrado de mi mente, ya todo estaba iluminado de un rojo intenso y el calor de mí alrededor me dolía al penetrar en mi frío e inerte cuerpo. Entonces comprendí lo que estaba pasando realmente.
    Mis amigos habían dejado de serlo después de cada partida del juego absurdo de mi vida, después de perseguir al rey sin poder matarlo con hábiles jugadas, después de no conseguir otra victoria que pudiera darme la satisfacción del vencedor.
    Ya estaba todo claro, esa era el último jaque mate al que me enfrentaba y acababa de ser vencido por un puñado de amigos inertes fríos y muertos. Ya podíamos jugar nuevamente una nueva partida, muchas más partidas en la que seriamos las figuras blancas y frías del juego.
   Rafael  Araujo en su librito naturaleza muerta en su juego serigráfico de formas infinitas y tridimensionales me ha subyugado hasta hacer visible nuevamente el lugar en que me encuentro, que nos encontramos respecto al todo. Un sentimiento que nos invade una y mil veces en el espacio tan corto de la vida y que inútilmente agarramos como si en ello nos fuera algo importante, pero que realmente es tan efímero que nos resulta incomprensible y nos hace ser insignificantes piezas de nuestro propio ajedrez y de la partida en la que no sabemos que finalmente cuando nos coman el rey, comprenderemos que esa pieza tan importante éramos nosotros mismos.
  Te felicito y te agradezco que hayas compartido conmigo tantas emociones en tan poco espacio. Un fuerte abrazo

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