martes, 25 de septiembre de 2012

ESCULTURAS, BUFONES Y SALTIMBANQUIS

       Era el año 2012, de eso si me acuerdo perfectamente, estaba paseando por el bosque de la Alhambra y semioculta en la maraña, atacada por los rayos de sol que se cuelan entre los árboles, encontré una de las esculturas más bellas y simbólicas que tiene Granada: el monumento que la ciudad erigió en la memoria de Ángel Ganivet y cuya realización tardó años y no estuvo exenta de fuertes polémicas.
      "Un bello joven atlético levanta la cabeza de un macho cabrío, gracioso y ágil, que intenta huir". Así definía el propio artista el proyecto en el que estaba trabajando en una entrevista concedida al periódico La Gaceta del Sur el 15 de mayo de 1919. "¡Con qué majestuosa habilidad y con qué noble destreza le domina y retiene, sujetándole por los cuernos en un esfuerzo risueño! Y el macho cabrío suelta al aire un chorro de agua, que llena el estanque. La Naturaleza rinde al hombre dominador el homenaje que le debe... Y Ángel Ganivet, mucho más alto, destacando de este grupo simbólico que ha de estar a ras de tierra, contempla la riqueza del estanque...".
    Me quedé largo rato mirando el conjunto sin atreverme a acercarme a él, era todo tan majestuosamente bello que no queria enturbiar con mi presencia ese momento tan íntimo de la comunión del agua, de la naturaleza y la obra humana.
     El paseo había sido muy agradable, aunque ya la cuesta se me hacia un poco larga, merecía la pena el regalo que se me ofrecía a mis ojos, en aquel tiempo me sentía muy feliz, pues llevaba dos años en una red social muy especializada en una rama artística. En ella me sentía muy bien, puesto que era muy querido, había vuelto a escribir después de casi treinta años, la parte plástica también era alabada por mis compañeros, todo era muy idílico. El objetivo final era compartir nuestras inquietudes y procesos creativos para conseguir proyectarlos en la obra final. Esta era tridimensional la mayoría de las veces, usábamos cualquier soporte por efímero que fuera, todo estaba permitido, me sentía un hombre del Renacimiento, allí podía experimentar con todo lo que había aprendido durante tantos años de estudio y experimentación, era un sueño realizado.
   Habíamos hecho intercambios de nuestras obras a nivel internacional, todos eran maravillosos, deseando dar su arte, de enseñarlo y enseñarte, todos éramos maestros y aprendices, en las noches de insomnio bosquejaba la siguiente historia que les contaría a mis amigos, ellos siempre las leían las alababan, estaba realmente entusiasmado, hasta mi mujer descubrió el gusto por leerlas (no sabia de mi oculta afición).
    Durante la ascensión por la cuesta Gomérez , que es una bellísima calle que nos lleva desde la plaza Nueva a las puertas de la Alhambra, mi sentido de la orientación me jugaba malas pasadas, puesto que pensaba que algo fallaba, había algo fuera de su sitio, no había gente, nadie transitaba por ella, las tiendas de souvenirs estaban abiertas, con postales expuestas en las puertas, camisetas colgadas desde los alfeizares de las ventanas, para deleite de foráneos y extranjeros, algunas de ellas muy descoloridas por el fuerte y penetrante sol del verano, por las lluvias del invierno anterior. Me resultaba extraño no ver a nadie, no se oía nada, apenas algún chirrido de las contraventanas que se abrían tras de mi, después de pasar yo, como si alguien quisiera ver al cadáver que caminaba solo hacia el camposanto, hacia su descanso final.
     Seguía subiendo, la respiración jadeante, ya si estaba seguro que era observado desde la distancia, incluso alguna sombra caía sobre mí desde lo alto de los árboles, alimañas acechaban el ultimo paseo hacia El Cementerio de San José, que se ubica en la dehesa del Generalife, pero yo realmente me apeaba antes, no se como podían pensar que era mi ultima visita a La Alhambra.
    En ese momento me asaltó la duda. Posiblemente ya la tenia desde hacia días, pero me negaba a creerla, no sería todo aquello un soborno que me estaba haciendo a mi mismo, no sería aquello sino una cortina de humo, la disculpa de mi fracaso en la enésima tentativa de hacer algo en el mundo del arte. Lentamente y tras pasar el majestuoso arco de las Granadas, cuyo nombre viene motivado por las enormes granadas que decoran su dintel. El arco de medio punto está enmarcado por columnas toscanas, resaltando los sillares que configuran toda la construcción, en un claro recuerdo a los palacios florentinos del Quattrocento. El arco se remata con un frontón triangular de herencia clásica.    
    Una vez ya dentro del bosque, arrullado por el agua que corría por las acequias me di cuenta de todo, estaba siendo extorsionado por mi propio ego, realmente no escribía bien (prueba de ello es este relato), solo me dejaban hacer, necesitaban a gente que rellenara las paginas vacías, las horas de un tedioso e infructuoso vacío, habían encontrado al bufón que alegrara los salones, al saltimbanqui deforme que les hiciera reír. Tardé, realmente tardé en recobrar la cordura, en entender mi nuevo fracaso, quizás los mensajes que recibía me lo decían a voces y yo no queria escucharlo. Pero bueno alguno fue más claro más certero, directo al corazón. Algunos si eran verdaderamente amigos y tuvieron que ser mis verdugos.
    Así que siento haber importunado tanto tiempo en vuestra red social de artistas, muy buenos artistas se que hay, varios ya consagrados, muchos maestros y profesores de arte, muchos profesionales de esto que tanto amo.
      Seguí mi paseo ya liberado de la pesada carga que llevaba y después de haber engañado a tantos como esperaban mi visita a San José, puesto que allí solo deposité otra de mis fingidas sonrisas.
    Desde Abril del año 1925, cuando fueron repatriados a Granada los restos mortales del escritor permanecen ahí, obra callada y oculta, tiernamente serena, con un estanque que durante las noches se ilumina y muestra al impertérrito joven que sujeta al carnero enfurecido. Continúa siendo uno de los rincones que merecen una mirada, de los lugares entrañables que muchas veces se ocultan por Granada y donde pueden encontrarse alguna vez a los fantasmas de este hombre que os escribe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario