martes, 25 de septiembre de 2012

EL AGUA EN LA ALHAMBRA

       En la jardinería árabe el agua es un elemento tan importante que hasta sus sonidos forman parte del diseño. El borboteo de una fuente, la reverberación y el eco contra las paredes, los murmullos de una corriente son el sello, la impronta que caracteriza un lugar. Con todo esto en cuenta, y desde nuestro peculiar punto de vista, los patios, corredores, salas y jardines de la Alhambra son espacios concebidos para hacer brotar todos los sonidos del agua. Las proporciones arquitectónicas, las acequias silenciosas, las formas de las fuentes, los perfiles de los sumideros, encuentran su razón de ser al hacer sonar al agua de todas las formas posibles. Es un auténtico paisaje sonoro.
   Pero donde mas disfruto siempre ese sonido es en la cuesta que me lleva desde el Arco de las Granadas hasta la fuente de Carlos V, en esta parte del bosque de La Alhambra y por donde os he llevado en diversas ocasiones me encontraba esta mañana en el quincuagésimo cumpleaños de mi mujer, rememorando nuestros años de noviazgo, paseábamos igual que antaño, las manos cogidas, observando el verdor del lugar, pero sobretodo escuchando el maravilloso trino de los pájaros que entonaban una bonita balada de amor siguiendo el ritmo suave y cristalino que le marcaba el agua en su deambular ladera abajo.
     Siempre ha corrido el agua por las acequias de este maravilloso paraje que vigila a mi querida ciudad, es este idílico lugar donde nos fuimos enamorando poco a poco donde hemos vuelto una y otra vez para escuchar esos sonidos, esas voces del pasado, esas sensaciones que se han repetido durante mas de treinta años.
   El regalo; bueno, ya el regalo fue ese, un hermoso y bello paseo, pues la sorpresa lentamente madurada y especial que recordara todo su vida ya la había descubierto unos días atrás, pues al ser un encargo muy difícil necesitaba de tiempo para conseguir unir todos los trazos del puzzle que la conformarían. No os desvelaré cual fue esta, ya que forma parte de otra sorpresa que recibirán en unos días algunos de mis amigos de la red, con lo cual el resto de vosotros quizá nunca sepa de que se trata, aunque la verdad poco importa, es solo algo muy especial y emotivo, ya me conocéis, con cualquier cosa me pongo blandito…
    Cambio de tema momentáneamente, pues no quiero ponerme demasiado tierno y continuo con nuestro bonito paseo recorriendo los lugares por el que os he llevado a vosotros también, así que ya sabéis que realmente éramos muchos en este día los que recordábamos rincones y hechos vividos por todos.
    Continuando con nuestra visita al pasado y ya dentro de la fantasía en la que nos hallábamos inmersos gracias al entorno y sobre todo por el vital líquido que tiene su propia e inherente musicalidad, a la que los grandes compositores de todas las épocas se han inspirado en él para deleitarnos con algunas de las más conmovedoras piezas artísticas que haya concebido el espíritu humano.
    Desde las antiguas canciones marineras –en las que celtas, vikingos, griegos o romanos vertían sus cuitas y alegrías, implorando protección a las deidades oceánicas- hasta composiciones sinfónicas de la talla de "Las Fuentes de Roma", obra del genio italiano Ottorino Respighi, el agua ha sido manantial de inspiración para los músicos de todos los tiempos, haciendo vibrar nuestra sensibilidad.
    En el campo de la música académica, el agua es un tema que tiene dilatada tradición: compositores como el austriaco Johann Strauss ("El Danubio Azul"), el francés Maurice Ravel ("Juegos de Agua"), el inglés Edgard Elgar ("Estampas Marinas"), el alemán Richard Wagner ("El Holandés Errante") y el francés Claude Debussy ("El Mar") le han dedicado grandes obras orquestales. Destacan también dentro de esta temática las famosas piezas de los alemanes Georg Philip Telemann y Georg Friedrich Häendel –tituladas ambas "Música Acuática"- altas cimas del barroco musical.
    Después de este breve recorrido por este maravilloso día y una pequeña reseña musical, espero que ya nunca oigáis igual el sonido de una fuente brotar, o el romper de una ola sin recordar que eso también es música, que eso también es vida y forma parte de todos nosotros, es el regalo que nos da la naturaleza a todos los seres humanos sin esperar nada a cambio. La belleza no tiene nombre ni apellidos, la belleza no nos pertenece, es libre y nos hace ser cada día más pequeños y humildes.

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