miércoles, 26 de septiembre de 2012

EL JUEGO DE LA OCA



      El Laberinto (Casilla 42).significa el extraviado que debe saltar a la Casilla 30, justo antes del Pozo y a punto de alcanzar la OCA. Se ha representado como la Torre de Babel: la confusión de caminos físicos, idiomas e ideas.
    En las Iglesias y Catedrales, era frecuente representar en el pavimento de las mismas determinados Laberintos por los que yo me disponía a caminar, a perderme nuevamente, solo que esta vez este singular pasillo eran unas escaleras  estrechas y curvas, mientras subía me sentía como un contorsionista al tener que retorcer mi cuerpo de medio lado, amoldándolo a la curvatura de la cúpula. Si amigos míos estaba subiendo esos 551 escalones de  San Pedro del Vaticano, fue un invierno frío del año 2007, el día en que se sortea la lotería de Navidad en España.
    Sensaciones de pesadez, frío húmedo, gran trasiego de personas que subían y bajaban por las estrechas escalinatas, gastadas sucias y dejadas, las pequeñísimas ventanas que había estaban enrejadas, altas y apenas dejaban pasar unos rallos de luz tamizados por el polvo de siglos que se amontonaban en la tupidísima trama que arañas y hombres habían tejido sobre los barrotes centenarios. El aire estaba viciado, llevábamos mucha ropa y esta hacia que sudáramos mas y mas, nuestros cuerpos hinchados por la ropa mojada hacia casi imposible pasar cada vez que encontrábamos personas que bajaban, estas lo hacían rápido, aplastándonos contra los muros, la cara buscaba alguna hendidura donde guarecerse de la podredumbre de la pared, los bolsos quedaban atrapados entre los sudorosos cuerpos haciendo imposible avanzar.
  En las brevísimas y pequeñas ventanas asomaba la nariz intentando tomar aliento, algo de aire fresco, quería ver mas allá estaba sintiendo un fuerte ahogo, una sensación de malestar que me dejaba sin respiración, esta estaba muy agitada, peligrosamente agitada, necesitaba respirar, ver luz, llenar mis pulmones de aire fresco para continuar  a lo alto de la cúpula, pero aquello cada vez era mas estrecho, la gente volaba escaleras abajo arrastrando cuanto encontraba su paso, la curvatura  hacia imposible avanzar a mi orondo cuerpo, pesaba mucho, ya había dejado de hacer aerobic, dejé el gimnasio dos años antes por la cantidad de lesiones que acumulaba.
   No sabia cuanto mas aguantaría, y la verdad era que temía el momento de bajar, tendría que arrollar a centenares de personas que subían, que se agolpaban en los ventanucos para poder respirar, aquello ya se me antojaba dantesco, era imposible continuar avanzando, casi ni notaba los jadeos de cuantos pasaban a mi lado, de los empujones del aplastante y curvo lugar donde me encontraba.
   No se cuando propuse de bajar ni a que altura nos encontrábamos, pero “” me dijo Conchi y corrimos escaleras abajo, llegamos muy pronto al aire libre, a respirar, asentirnos seguros.
   Que experiencia más asfixiante, no disfruté nada el magnífico lugar, de hecho, la visita posterior y más calmada a la Basílica no fue tan placentera como debiera debido al malestar que aun me duraba, al sudor que me empapaba y me enfriaba.
  Ya terminando el recorrido, fuimos como casi todos los turistas a la estafeta de correos a automandarnos una postal, que curioso es el destino, no sabia que en unos días recibiría la que seria la primera de mis obras de “mail art”, bueno supongo que puede llamarse mi primera, porque aunque estaba impresa mecánicamente, llevaba el texto de mi puño y letra.
   Curiosamente ayer encontré nuevamente un laberinto en mi cabeza, bueno más que en mi cabeza, en mis manos, pues en mi cabeza ya sabéis que porto no uno, sino cientos de ellos. Era el laberinto de Susana Munay que desde Argentina me llevaba a pasear por mundos maravillosos y variopintos de Roberto Juarroz y JL Borges, todo ello finamente hilado en un magnifico y recogido libro plagado de laberintos. Laberintos en el sobre, laberintos en el interior y como no, laberintos en mi cabeza.
   Muchas gracias amiga por este maravilloso y sobrecogedor momento que me has hecho recordar. Un fuerte abrazo

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