jueves, 27 de septiembre de 2012

LA LUNA LLENA

      “El astrolabio es invención de los antiguos griegos pero se olvidó en Europa y fueron los árabes quienes lo reintrodujeron en la península Ibérica hacia el siglo XI. Desde ahí se extendió al resto de Europa y a finales de la edad media y durante el renacimiento se uso mucho………….”
      Eran las palabras que mi padre, que me decía una noche en la playa de Tauro en Las Palmas de Gran Canarias, noche estrellada y arrullada por el constante romper de las olas a solo unos metros de nosotros, mirábamos extasiados una magnífica luna llena recién salida por el horizonte y sus plateados reflejos sobre el mar Atlántico. Fue entonces cuando me indicó donde estaba la estrella polar y la singular forma con que se orientaban los navegantes, según la posición de esta y sus estrellas cercanas (las guardas).
     Casi cincuenta años después y situado mucho mas al norte, desde la ciudad de Granada, volví a recordar con nostalgia aquellos breves momentos en los que nos dedicaba su tiempo, dándonos clases magistrales que ya nunca mas olvidaríamos.
     Me quedé extasiado recordando aquel dulce momento, aquella paz junto a nuestro guardián, aquel olor a tabaco rancio que irradiaba mientras devoraba lentamente una colilla entre sus labios, dedicándonos esa sonrisa socarrona, la misma que fuera desapareciendo lenta pero inexorablemente hasta el final de sus días.
    Era una enorme y redonda luna, maravillosa. Ya llevaba unos meses interesándome más por este astro, pues preparaba un libro de artista para intercambio con unos amigos.
    Necesitaba conocer íntimamente el satélite, quería conocer como era, que sentimientos me despertaba para así poder transmitirlo yo al mundo por medio de unas imágenes ensambladas en mi libro.
    Entre mis toscas manos llevaba un pequeño librito que me había llegado de México, era una pequeña y hermosa maravilla finamente encuadernada en la que ya por fuera se intuía que hermosas estampas iba a visualizar cuando abriera ese cuaderno de viaje. ¿Hasta donde me llevaría?, posiblemente tan lejos como quisiera, la Luna seria un buen destino. Verme a mi mismo volando, portando tan delicioso bagaje en mis manos. Me dejaba llevar por la nostalgia y la hermosura del momento.
    En el interior de la obra veo el corazón de Gabriela Sodi, un corazón abierto de par en par sin miedo ni pudor, un corazón que ha sido capaz de compartir con todos, y para que veamos las rutas de la vida, las rutas del corazón, las rutas de su corazón, limpio y dulce.
    Guardaré este libro con muchísimo cariño junto a las demás maravillas que aun me van llegando, Es una sensacional obra, no solo por la calidad técnica, sino por la sensibilidad que demuestra su autora a la que desde aquí agradezco tan sensible y profundo regalo. Un abrazo Sodi Gabriela.

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